Creían que llevaban una vida tranquila.
Cayeron en la ilusión de la paz sin peligro, y se veían preparados para enfrentar los problemas que acecharan sus territorios.
Una manada dispuesta a luchar.
¿Pero cómo esperas golpear? Si a la bestia no la...
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Los pasos apresurados tanto del líder, los guardias y el monje dieron justo en los límites de la manada.
Todos con sus pechos subiendo y bajando por sus pesadas respiraciones, podría ser por el largo camino recorrido o por los nervios, o bien ambos en partes iguales.
Lo único que tenía importancia era saber qué carajos había pasado y por qué nadie había escuchado algo.
El segundo Jimin sostuvo al monje Miroku cuando lo vio palidecer y tambalearse hacia atrás de la impresión, taparon sus narices y gruñeron.
Aún el hedor no se presentaba, pero fue un reflejo al ver el cuerpo sin vida delante de sus pies, donde un guardia de los límites se encontraba tirado en el suelo con sus venas completamente secas en ausencia de sangre.
Su piel estaba arrugada y casi parecía más pequeño de tamaño, sus ojos abiertos en una expresión seca, casi parecía petrificado y convertido en polvo.
—¿Qué…Qué sucedió aquí?—Preguntó Heechul conmocionado mirando al guardia que vino a dar el aviso.
Esto apenas comenzaba, y ya parecía una película de terror donde la intensidad de los sustos pasaban a horribles y misteriosas muertes.
—Es la…la bestia. —Completó con dificultad Miroku quien ahora se recuperaba sentado en una roca.
Todos giraron en su dirección, desconcertados por la perturbadora imagen del alfa sin vida.
Su voz iba a volver a salir, pero el movimiento de las hojas los puso en alerta en pocos segundos. El ruido provenía en dirección de la manada y se dirigía a ellos.
Jimin y el guardia se posicionaron delante de su líder con intención de protegerlo, pero mientras más cerca estaba, se dieron cuenta de que el aroma era perteneciente a uno de los alfas de su manada.
Sus cuerpos se relajaron un poco, pero observaron detrás suyos esperando órdenes.
—Saquenlo de aquí, y ni una palabra de esto a nadie, no queremos alterarlos. —pronunció Heechul con un tono grave.
Los dos lobos asintieron y caminaron en la misma dirección para evitar el encuentro de aquel alfa con el cuerpo. Mientras el líder retrocedió en sus pasos y se agachó en una pierna, mirando con tristeza reflejada en sus iris, levantó una mano y cerró con cuidado los párpados del alfa.
Miroku se estremeció y giró su vista a otro lado, sin aguantar aún aquella imagen que podría permanecer en sus recuerdos.
Ni en su más gran anhelo por ver a la guerra despertar fue consciente de que eso sería comienzo de desastrosas pérdidas, y solo por eso se sintió estupido de en algún momento desearlo, porque uno nunca despierta sin el otro.
Alzó la cabeza al creer oír su nombre, el segundo Jimin había vuelto y lo llamaba.
Se acercó y le notificó sobre un alfa que corrió detrás de él necesitando su ayuda. Confundido se levantó con cuidado siguiendo al de labios regordetes quien lo guió a pocos metros donde aquel muchacho lo veía llegar algo acelerado.
