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Reinaban las nubes grises, y el tono del cielo era rojizo, el mismo cielo de siempre. Árboles de otoño, ríos de sangre, pequeños volcanes que hacían erupción a lava, que creaba lagos donde se quemaban los pecadores, ardían en las llamas del mismo infierno una y otra vez, no podían escapar. El ambiente era pesado, y desgarrador, escuchar las voces de sufrimiento de personas que sucumbieron ante el pecado y ahora mismo andan pagando por ello. Pobres almas en pena.
En este lugar tan tétrico, muy adentro, encontramos un gran y lúgubre castillo, rodeado de algunos demonios que se encargaban de resguardas dicha torre gigantesca, con armas. Mientras otros, se dedicaban a resguardar la torre desde las alturas e imitaban a los cuervos que planeaban y se posaban sobre alguna que otra estatua de gárgolas.
Dentro de esa torre, en un dormitorio donde el color rojo y negro predominaba, se hallaba un erizo de ojos rubíes, el cual estaba echado sobre la cama, mirando hacia ningún punto fijo en especial, estaba sumido en sus pensamientos, no podía dejar de pensar en lo que había pasado anteriormente. Mejor dicho, no podía dejar de pensar en lo que había sentido, esa eléctrica sensación que se dio en esa situación, con el oji esmeralda.
No entendía porqué, pero necesitaba respuestas... ¿ o debería olvidar lo sucedido?
Decidió levantarse, y calzarse sus zapatos y ponerse los guantes y los aros dorados que predominaban en su muñeca. Vendría bien algo de distracción, para despejarse y dejar de pensar en eso, que realmente estaba siendo una molestia.
Voló hacia la puerta, abriéndola y luego cerrándola, con dirección a donde su hermano, para preguntar si le gustaría acompañarle a hacer algo, y de paso, para no estar solo, no le apeteccía quedarse solo de momento. Tal vez si le contaba sobre lo ocurrido a su hermano, podría obtener una respuesta.
Llegó hasta un puerta de tono azúl grisáceo, la cual no se molestó en tocar y simplemente la abrió, entrando y encontrando a su hermano leyendo un libro del mundo de los humanos.
- ¿ Todo bien, hermanito? - preguntó el mayor, al ver la repentina presencia de Shadow en la habitación - No te esperaba.
- Mephiles, venía a preguntarte si deseas ir conmigo a por café, o algo de comer. Tengo ganas de chocolate caliente... - tan solo imaginarlo, se le hizo agua la boca.
- Suena bien. Te acompaño.- y entonces, salió de la habitación siguiendo a su hermano menor.
Los dulces del mundo humano era algo que no se podía conseguir en el infierno por obvias razones, que lastima. Es uno de los placeres más deliciosos del mundo entero, podrían estar viviendo en el reino humano y siempre disfrutar de esos pequeños aperitivos, pero no podían darse el lujo de tener esa vida por estar condenados a cuidar, como hijos directos, a que todo vaya yendo bien.
Y dicho esto,los dos salieron del castillo tranquilamente, empezaron a volar como era de costumbre. Les gustaba ir al mundo humano, a parte de que conseguir almas era muy fácil, también les gustaban los caprichos que ellos preparaban.
No tomó mucho tiempo llegar, y saliendo de un callejón no sin antes guardar sus alas, caminaron con dirección a una cafetería. Solían ir allí no tan a menudo, pero cuando había ocasión y Mephiles estaba desocupado, salían los dos a distraerse un poco.
Al entrar al establecimiento, se escuchó una campana sonar y al instante, una joven humana de cabello rubio peinada con una coleta y vestida con el típico delantal, se levantó del mostrador a ver quiénes habían ingresado.
Esperó a que se sienten en una de las mesas de una esquina y fue hacia ellos.
- Ya tiempo que no los veía por aquí, un gusto tenerlos de nuevo. - los recibió con una cálida sonrisa.
- Hola, Ximena. Estabamos cerca de aquí y ya te hechabamos de menos.- Mephiles respondió de una manera muy cortés.
- Hubiesemos venido más seguido pero Mephiles se dedica a leer más y no a comer aquí. - le siguió Shadow, con un leve tono burlón, invitando a que la conversación se alargue un poco más.
- Eh, Shadow. De todas maneras los libros son muy buenos para la mente, y los dulces para el corazón. Traten de venir más seguido, ya los extrañaba, chicos. - la chica volvió a sonreír y sacó del bolsillo del delantal una pequeña libreta, y entre la parte que separaba su oreja y su cabeza, tomó un lápiz que estaba sostenido por el pequeño puente de piel.
- ¿ Qué tienes para nosotros hoy, Ximena? - preguntó Mephiles, haciendo caso omiso a la broma sutil de su hermano.
- Hoy he preparado magdalenas, tartaleta de frutas, y keke de naranja y keke de zanahoria. ¿ Qué les gustaría ordenar?
- Para mi una tartaleta de frutas y un café, por favor. - dijo Mephiles al tomar rápido una decisión.
- Que sean dos tartaletas, y un chocolate caliente para mi. - respondió Shadow.
- Perfecto, ahora mismo se los traigo. - respondió la camarera, y terminando de apuntar las ordenes respectivas se dirigió hacia detrás de la barra.
De pronto se escuchó de nuevo la campana de la puerta.
Eso significaba que habían más clientes por atender.
Mephiles se encontraba de espaldas a la puerta, pero Shadow podía ver perfectamente quiénes habían entrado.
Eran dos erizos, y se le quedó viendo a uno en especial.
'¿Qué hacen aquí? ' se preguntó a si mismo, dejando a un muy confundido Mephiles con la conversación a medias.
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Nota de la autora:
-Gusten de escuchar la canción mientras van leyendo la historia-
No olviden dejar una linda estrellita de votación al capítulo, y un bonito comentario, eso me anima un montón. Los quiero un montón, ¡un beso y un abrazo!
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Entre Ángeles y demonios Sonadow [Editando]
RomanceEn el inframundo y en el cielo las reglas son muy estrictas, por lo cuál deben ser cumplidas a toda costa. ¿Será posible ser capaz de romperlas? Dos erizos piensan que si.