Capítulo 3

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Cuando Julie se fue, sigo pensando  en la sonrisa de Juno, las películas con Jamie y los besos-con-mis-manos-en-su-pelo de Jules. ¿Tan difícil va a ser adaptarme? El viaje de mis sueños no se basaba en extrañar a mis antiguos amigos, si no, hacer nuevos. Pero si me quedaba aquí acostada, lo dudaba. No tenía intención de levantarme de la (ahora me doy cuenta) comodísima cama, hasta que mamá grita mientras vuelve a hacer llorar a la puerta:

-¡Jane! Sabemos que estás ahí. Sal así podemos merondear la casa.- si claro, para que Julie, casualmente se quede arriba robándome la habitación. Paso.

-¡Estoy ordenando, mamá! – grito con todas las ganas que gritaría alguien que estuviera agitada de tanto ordenar. Mamá titubea antes de responder.

-Cariño, tu maleta está aquí afuera.- contesta suavemente, puedo oírle la sonrisa. Me ha pillado por sorpresa, había olvidado la maleta.

-Estoy acomodando los libros que hay. Son muchos y ocupan mucho espacio que podría utilizar para los míos.- eso es verdad, los libros están bastante mal acomodados, y mis libros no entrarían si no los acomodo, cosa que si pasa seguramente sobraría lugar.

-¿En serio? Creí que la única biblioteca estaba en la sala de estar. ¡Déjame pasar! Es tu cuarto, Jane.- mi madre me conocía lo suficiente.

-¿Qué hay de Julie?- pregunté, temerosa que estuviera atrás de la puerta.

-¡JULIE! ¿Cuál es tu habitación?

-YA TE DIJE QUE YA HE ESCOGIDO HABITACIÓN MAMÁ. ¡ES LA DE LA DERECHA CON VISTA A LA CALLE!- grita impaciente Julie. Eso quiere decir que mamá se ha preocupado por mí. Sonrío mientras camino a la puerta. Cuando la abro, mamá tiene los brazos en jarra y mira hacia delante con aire pensativo. No cae en la idea que le he abierto. Cuando lo hace, abre los ojos e ingresa, primero despacio, luego más audaz. Inspecciona la biblioteca con aire de suficiencia, pero yo sé que lo tiene de verdad. Ella me ha enseñado todo lo que sé de las letras.

-Es hermosa.- parece que va a llorar. No sé si yo me parezco a ella, o ella a mí.- Y esto.-dice abriendo los brazos dramáticamente hacia la cama, el balcón y el vestuario.

-Lo sé, lo sé. Estuvisteis lentas.- respondo, mirándome las uñas desprolijas.

En ese momento, la puerta se abre un  poco más y entra una Julie agitada con el pelo enmarañado. Abre los ojos igual que hizo mamá cuando entro. Mamá y yo tenemos en común la literatura. Y ya. En vez, Julie y ella son idénticas. El cuerpo, la cara, la personalidad, la actitud… a veces, parece que no encajo en mi familia. Pero a veces, pelean más entre ellas que conmigo. Y eso es un punto a favor.

-Guau.- exclama Julie, impactada.- es preciosa Jane.

Sonrío forzadamente. Lo ha dicho en plan sincera y me duele admitir que tengo lo mejor de la casa. Todavía siento cierta debilidad por mi hermana pequeña. Julie sólo me lleva un año y medio; pero yo soy mucho más madura, no sé si por que simplemente yo soy así, o ese año y medio altera todo nuestro sistema. Cuando éramos pequeñas, Julie y yo nos pasábamos el día jugando y hablando de nuestros secretos. Era la mejor amiga que nunca tuve. Hasta cuando nació, no me puse celosa, me puse feliz, porque tendría una nueva compañera de vida. Eso duró hasta que Julie cumplió los 12, hace ya 2 años y un poco más; cuando conoció a Bridgette Johnson, y la transformó. Literalmente. En aspecto físico, y parecía que hasta le había robado la capacidad de pensar. No era parte de nuestra lista de posibles amigos, y mucho menos de nuestra familia. Bridgette. B. Mi madre no lo aceptaría nunca. Eso lo sabíamos. Así que mantuvo su amistad oculta. Y mamá, casualmente no se enteró.

-Bien.- exclamó mamá, mientras se acomodaba la camisa de seda color nude que llevaba para ocasiones especiales.- Conoceremos toda la casa e iremos a dar una vuelta a la ciudad.

Paseamos alrededor de 2 horas, porque el tráfico era algo pesado, pero no había tanta gente como me imaginé. Me pareció tranquila. La zona céntrica es el único lugar donde hay edificios altos y en conjunto a la vista. Nuestra casa, está a la salida de este, o sea que estamos bien posicionados para movernos independientemente.

Tenemos una semana más para que empiece la escuela. Me propongo descansar, comer, leer mucho y escuchar música. Que se entienda que “descansar” es dormir como morsa. Unos dos días antes me pongo a preparar la maleta con las cosas necesarias que después de ir a una reunión al internado nos han mandado por escrito. Por suerte todas las cosas se consiguen en el centro así que las tres salimos varias veces a la semana. Me voy orientando de a poco. De momento, sé llegar al mercadillo más cerca que tenemos, a unas 2 cuadras.

Cierto día, voy al mercadillo a comprar zumo y nutella. Me presento en la caja con las dos cosas y se lo alcanzo al que cobra que no había visto antes.

-Son 11 dólares.- dice, levantando la mirada. Tiene una voz ronca hermosa. Y cuando me mira exploto en colores. Al principio, las larguísimas pestañas le tapan el color de los ojos, pero pronto descubro que son un marrón caramelizado y me pierdo profundamente en ellos pensando que en algún libro leí que a algunas personas los ojos marrones le sientan vulgares, mientras que a otras… El chico me mira con tal intensidad que casi tiro la bolsa, los billetes, las monedas, el celular y los auriculares al suelo. Cuando se percata de mi torpe reacción, esboza una media sonrisa deslumbrante. ¿Cómo ha sabido que eso es lo peor que me pueden hacer? Si Jules me pedía algo, y le decía que no, el siempre esbozaba la media sonrisa y terminaba obedeciéndole. Suspiro, pasándome una mano con el pelo. Al bajar la mirada mientras le entrego los billetes, leo la tarjeta donde figura su nombre. Fletcher. ¡¿Fletcher?! ¿En serio? Hubiese jurado que llevaba una jota en su nombre. Su cara lo refleja. Estoy acostumbrada a descifrar si es uno de los nuestros o no rápidamente. “FLETCHER” ya ha recibido mi dinero, y me he quedado mirando el cartelito tanto tiempo que me pasa una mano por delante de los ojos.

-Hey.- me dice, y señala con la cabeza la cola de gente que espera para pagar.

-Lo…lo siento mucho.- roja como un tomate, cojo la bolsa y salgo disparada del almacén. Al pasar al lado, los vidrios me dejan ver dentro, y encuentro a Fletcher mirándome fijamente con una media sonrisa. Y la gente en la cola. Que no se desespera. Que no le dice groserías por ser tan lento. Pero me voy, y no sé si la pelirroja de detrás compró el shampoo rosa o se lo terminó robando.

JUST JDonde viven las historias. Descúbrelo ahora