Capítulo 4

12 2 0
                                    

Todo empezó con el abuelo del padre de mi padre; mi tatarabuelo, Jeffrey Mouret, quien tuvo la loca idea de estar enamorado de una letra. Empezó la búsqueda en Londres de una mujer cuyo nombre debía, y no exagero, era OBLIGATORIO, comenzara con la letra JOTA. La mujer llegó 5 años después, cuando Jeffrey caminaba por las calles de Nueva York. La mujer poseía una belleza inmaculada que mi abuelo no tardó en ver. Y según me contaron, Jeffrey no estaba tan mal. Cuando la vio, fue amor “a primera vista”. Tres días después, bajó al lobby del hotel donde la encontró sentada en una silla tomando un café. Sus ojos debían estar mintiendo. Se le acercó y la invitó a cenar. Ella lo reconoció en la calle. Y estaba en el hotel por él. Jeffrey era un conocido filósofo británico y fue a Nueva York por varias conferencias. La mujer se dio cuenta que era él cuándo lo vio por primera vez, en la Quinta Avenida. Ella le admiraba y soñaba con conocerlo algún día y agradecerle por hacerle estudiar la magnífica carrera que le había hecho famoso, pero, además, le parecía muy buen mozo. Se llevaban unos 6 años y sabía que estaba soltero desde hacía 5. Era su oportunidad de casarse. Su madre la hostigaba y ella quería que valiera la pena. Averiguó donde se hospedaba y con poca esperanza se sentó en el lobby durante 3 horas, hasta que, finalmente, Jeffrey apareció con traje. La cosa es que se enrollaron y él todavía no sabía su nombre. Mi tatarabuelo pensó que sería cosa de una noche; la mujer deslumbraba hermosura y una inteligencia extravagante, pero no tenía lo que él quería.

Se despidieron para no verse más y la mujer reflejaba una profunda tristeza. Le dio lastima. No quería que terminara así. Pero no podía hacer nada. Él tenía un sueño, y ella nunca lo entendería.

El día anterior a irse, se desperezó, se dio una ducha, se puso loción y un traje con corbata. La última conferencia era ese día y era la más importante de todas, la razón por la que había venido en realidad; la New York University. Era muy prestigiosa entre los filósofos de todo el mundo, y cuando lo invitaron se fue sin pensárselo 2 veces. Le daría una mejor reputación en Londres, y quizá, un trabajo fijo. Pero cuando estaba a punto de alcanzar el pomo de la puerta, vio un pequeño papelito doblado de color amarillo. Lo tomó entre los dedos y lo abrió.

3572-1567980263

Espero que me recuerdes de la cena en el Grand Central Oyster.

Juliette.

Mi abuelo no podía creer lo que leía. ¡Juliette! ¡JJJJJuliette! Jeffrey canceló todas sus conferencias, llamó a Juliette y le propuso verse en el mismo hotel. Allí le pidió matrimonio. Le pedía disculpas por ser tan apresurado, pero sabía que ella era la mujer de su vida. De vuelta en Londres (que Juliette aceptó inmediatamente), y una vez casados, Juliette terminó la carrera ayudada por su más gran maestro; Jeffrey Mouret. Este último le contó su locura con las jotas y lo que pretendía hacer con sus futuros hijos, para así ser la familia más grande con nombres que empezaran con jotas. Juliette lo tomo de la manera más graciosa y agradable que alguien normal lo podía tomar y eso llenó de amor el corazón de Jeffrey. Tuvieron 3 niñas que bautizaron con los nombres Jackie, Jade y Jacklyn. Pero mi tatarabuelo necesitaba un hombre para propagar esta locura. Por suerte, el cuarto hijo fue varón y se llamó Jacob. Cuando estos fueron mayores, se les explicó que si querían la herencia de su padre, debían de cumplir el trato de extender las jotas por toda la familia, incluyendo su pareja. También pidió que mínimamente, uno de ellos debiera tener un hijo varón para que el apellido tampoco se perdiera, ya que Jeffrey era el último que quedaba con el mismo. Ellos aceptaron; la herencia era algo más importante en esa época. Para esto, un abogado se encargó de controlar el nombre de los niños y niñas que nacieran. En esta tanda llegó únicamente un varón, Jeff, mi padre; hijo de Jackie y Josh. Y luego ya es historia. Todos los hijos firmaban el contrato de la herencia y buscaban pareja con jota. Ya no era solo el dinero, era la cultura de su familia. Apenas habían sido solo 3 generaciones que lo cumplieron, pero debe ser difícil encontrar tantas personas con una misma letra. A mis padres, se les había puesto que nuestros amigos debían de llamarse con jota, que tampoco supimos el porqué. Lo que no entiendo, es como una mujer puede aceptar terrible locura. Si un hombre viene y te dice “Oye, si tu nombre empieza con jota puedes ser mi esposa, pero tendrás que darme un varón y encontrarle nombre con jota, al igual que sus amigos”, ¿Cómo reaccionarías? Yo, seguramente, levantando una ceja y esquivándolo cuidadosamente. Una vez lo haya pasado, echaría a correr sin miramientos.

Mis padres se separaron hace 3 años porque mi madre no podía tener más hijos, y como no alcanzaron a concebir un varón el primer pensamiento era que no iban a recibir la herencia. Ambos la querían, y Jeff le prometió a Jo que le daría la mitad por el trabajo que había hecho. Pero eso lo había dicho al principio. Cuando Jo no pudo tener más hijos, Papá enfureció y se largó de casa. Nunca más lo vimos. Pero Mamá sostiene en pie que debe adoptar uno y poner el apellido de papá que ella también lleva. Luego se comunicará con él por el dinero. El niño me da lástima. Ser adoptado por dinero. Pero a la vez él consigue una casa. Aunque acompañado de extraños. Supongo que es mejor que vivir en una casa de acogida. Es la razón por la que nos mudamos. Empezamos de cero. Si mama no consigue una buena fuente de ingresos, va a lanzarse al plan b, adoptar una jotita más. O quizá más grande, como nosotras. Eso, NO ES UNA BUENA IDEA.

JUST JDonde viven las historias. Descúbrelo ahora