CAPÍTULO 15

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Me desperté esa noche por enésima vez al escuchar los pasos de una persona caminando de un lado a otro en la habitación de abajo. Natasha dormía a mi lado, sin enterarse de nada. Pero yo me esforzaba por cerrar los ojos luego de pasar todo el día pensando en mi madre y en lo que alguna vez tuve en Tantum.

Cerré los ojos por enésima vez esa noche pero la caída de algo pesado volvió a despertarme, eso derramó la última gota de mi paciencia. Me senté en la cama, apartando las sábanas cuidadosamente para no despertar a Natasha y me deslicé hasta el borde de la cama para ponerme las pantuflas que el rey me había regalado, era raro que usara algo de mi mochila en este lugar, pues aquí te daban todo lo que querías todo el tiempo, incluso lo que no necesitabas, como esa corbata de superhéroes que no pienso utilizar.

Caminé por la habitación hasta abrir la puerta, atravesarla y cerrarla detrás de mí. Anduve por los pasillos atestados de retratos y observé los objetos de valor en las mesas pegadas a las paredes antes de llegar a la habitación del primer piso. En la puerta había una pequeña placa que decía: Estudio personal de la reina.

Toqué una vez esperando que alguien me permitiera pasar. Una voz aguda y somnolienta me permitió el ingreso.

—No eres Erick, pensé que eras Erick.

La reina Eadlyn tenía en sus brazos unos pesados libros que trasladaba de un lado a otro, uno de ellos estaba tirado en el suelo.

—No. Escuché el ruido desde mi habitación y quería asegurarme que no pasara nada malo.

—No pasa nada malo, solo trabajo acumulado.

Ella levantó la mirada de los libros que tenía en sus brazos y noté las ojeras que tenía bajo los ojos, grandes manchas moradas que demostraba que no había dormido nada esta noche y que ya no podría esconder con maquillaje. Luego bajé mi mirada a su vientre, el cual estaba un poco abultado.

—En este estado no deberías trabajar demasiado.

Suspiró.

—Lo sé, pero no puedo pedirle a Erick que trabaje más de lo que debería. Y este es mi trabajo, debo terminarlo.

Dejó los libros en la mesa al fondo del estudio y se volteó para ir esta vez por unas carpetas ordenadas por orden alfabético en un estante.

—Si me permites, —mis palabras salieron sin pensarlo dos veces—yo puedo ayudarte en esto.

Ella me miró extrañada.

—Esto no es algo que tú puedas hacer, son presupuestos y problemas económicos del país. No es algo que puedas manejar sin preparación.

La reina se tambaleó por el peso de las carpetas en sus manos, la agarré antes que cayera, apartando las hojas de sus manos. Observe cada carpeta detenidamente.

—En mi trabajo yo me ocupaba de esto. Puedo manejarlo.

— ¿Y qué trabajo es ese?

Dejé las carpetas en la mesa.

—Subjefe de una empresa muy importante. —mentí—Puedo hacerlo, esto no es nada en comparación al trabajo que me dejaba mi jefe.

Me senté en la silla que estaba detrás del escritorio y tomé uno de los libros que estaba sobre esta. Leí las hojas que estaban regadas sobre la mesa antes de comenzar. Ciertamente este era un pequeño desastre pero nada lo suficientemente grande que no haya manejado antes.

Comencé a escribir sobre las hojas, sacando presupuestos y tomando apuntes de cada actividad que se había hecho para los ciudadanos. Y todo era para ellos. Eadlyn usaba el dinero para complacer a la población aunque terminara acumulando trabajo, muy diferente al hombre que me había criado.

El herederoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora