Epílogo

679 53 26
                                    

Había pasado tanto tiempo que no estaba segura de sí todo era un sueño o era real, pero las sombras del pasado aún acechaban de vez en cuando para recordarme que todo era real y que no era un simple mal sueño del que podría despertar.

Unos brazos me rodearon y sonreí, sin girarme, no necesitaba girarme para saber quién estaba detrás de mí. Su aura de protección, su cariño y su amor me habían rodeado siempre como un manto, amaba cada momento y sobre todo amaba que a pesar del paso del tiempo nuestra relación no había cambiado solo se había vuelto más fuerte.

Éramos amigas, confidentes, amantes y sobre todo compañeras. Daba igual si ella estaba en su forma femenina o tomaba la masculina en privado, nosotras siempre nos encontraríamos a pesar de todo.

- ¡Mamá! ¡Papá! - exclamó la voz de mi hija pequeña. - Mamoru ha vuelto a romper mi juguete.

Un suspiro suave en mi cuello me hizo reír, y ambos nos giramos casi al mismo tiempo hasta nuestro pequeño demonio travieso.

- ¿No ha sido sin querer? - preguntó Seiya con suavidad. Su hija más pequeña era un verdadero terremoto, pero su hermano gemelo era lo opuesto. - ¿O de nuevo has intentado arrancarle el juguete cuando él estaba jugando?

La pequeña hizo ojos de cordero degollado que le dio respuesta a sus preguntas, y yo solo me reí ligeramente mientras mi pequeño hijo asomaba su cabeza por la puerta, era sorprendente y nadie se lo había esperado, pero nuestro Mamoru se parecía tanto a Mamo-chan que yo estaba segura de que era su reencarnación, la única diferencia entre ambos era posiblemente el carácter aventurero de este Mamoru que se parecía a su padre más de lo que nadie esperaba.

Después de algunas palabras más ambos niños se fueron, ya habiendo hecho las paces como si nada hubiera pasado.

- ¿Cómo nos metimos en el lio de ser padres nuevamente? - preguntó Seiya con un suspiro resignado.

- Cariño, puedo decirte exactamente el cómo. - susurré suavemente contra su cuello, sintiendo como ella se estremecía. Pues, aunque los niños la llamaran papá, a día de hoy Seiya permanecía casi siempre como niña, aunque a veces cambiaba y de hecho en una de esas veces habían sido concebidos los gemelos. - Fue un despiste muy placentero, ¿no crees?

- Claro, Bombón - gimió ella, mientras yo jugaba con mis manos sobre sus caderas. Últimamente ninguna de las dos teníamos demasiado tiempo para estar a solas, debido a todos los problemas que se habían ocasionado por la sucesión del trono por parte de la primogénita de Kakyuu. - Dios, amo que hagas eso.

Para acompañar a sus palabras atrapó mis labios, y nos hizo caminar hasta que chocamos contra la puerta, no entendí por qué, pues la cama estaba más cerca hasta que sentí el cerrojo. Sin poder evitarlo comencé a reír suavemente mientras Seiya hacía un puchero agradable, que quité volviendo a atrapar sus labios de una forma un poco más agresiva mientras la empujaba hasta la cama.

Ambas caímos en un lio de miembros, nuestras manos vagando por el cuerpo de la otra. Era mágico como las dos nos conocimos a la perfección y aun así seguíamos descubriendo cosas de la otra con cada ocasión que pasábamos juntas. Poco a poco toda la ropa desapareció, y los suspiros fueron sustituidos por suaves gemidos de placer, hasta que ambas estallamos en un clímax muy apasionado.

Me recosté contra su pecho, con mi respiración acelerada mientras veía las primeras estrellas aparecer sobre el firmamento de Kinmonku, sinceramente agradecía que hubiera sido de noche por qué esto significaba que ambas podríamos disfrutar de nuestra compañía por bastantes más horas, antes de que alguien nos reclamara.

Amaba ser consejera de Kakyuu, y de hecho había aprendido muchísimo en los 1300 años que llevaba en Kinmonku, pero también extrañaba a mis amigas, por qué a pesar de todos los cálculos y teorías ellas no habían despertado cuando se suponía, con lo que permanecían en sus cápsulas como si algo las mantuviera ahí dormidas, no sabía que era y nadie tenía una respuesta para mí, pero en el fondo de mi corazón creía que tenía que ver con el planeta Tierra que aún no se había descongelado.

La Luna y las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora