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Hay un dicho que dice que no todo es para siempre, y lamentable era realidad.
Honey ya no podría continuar siendo manager del equipo de volleyball, pero no por qué ya habían conseguido una manager oficial, era por que Honey tenía que competir junto con su equipo de animadoras y tendría que estar ensayando el doble.
Hoy sería el último día que sería la manager provisional, hoy sería el último día que podría darle una botella de agua y una toalla a Sakusa.
No lo vamos a negar, estaba desanimada, pero le emocionaba que por fin las competencias empezaran a acercarse, pues por esta misma razón fue que ella entró a Itachiyama.
Kiyoomi lo sabía, sus amigos se lo habían comentado en el calentamiento.
Por alguna razón, hoy quería lucirse, más que ayer y más que otros días. Tenía la intensa necesidad de demostrar que era el mejor.
Kobayashi lo noto.
Noto el esfuerzo de Sakusa, era evidente que estaba jugando impecablemente.
Se embobaba mirando saltar, rematando el balón, analizando la cancha. Le parecía sumamente atractiva la manera en la que estaba jugando, incluso podríamos decir que... estaba jugando para seducir.
Era indescriptible la manera en la que no podía apartar ni un segundo la vista hacia el pelinegro.
— ¿Me viste?
— ¿Que?
— Que si me viste, ¿Me viste jugar?
— Te vi, lo hiciste increíble como siempre — esta respuesta lo desilusionó un poco, pues el día de hoy se había esforzado de más, estaba cansado pero valía la pena. Por ella. — Aún que ... — su voz hizo que los ojos negros miraran hacia sus ámbar. — Hoy fue diferente, fue especial.
— ¿Eso crees? — la pelirroja asintió.
— Dime, Sakusa ¿Que cambió?
— Tú — soltó en un murmuró mientras aún la miraba directo a los ojos.
— ¿Que? ¿Yo? — Quería estar segura de que su sonrojo no era en vano.
— Se me hace tarde — Y sin más, huyó del gimnasio.
— Fui su motivo — Hablo sonriente para ella misma mientras miraba al chico salir de aquel lugar.
La sonrisa de sus labios no se caería hasta dentro de dos décadas, eso estaba seguro.