# 1 Nyxar

128 5 2
                                    


Las dos campanillas


¡Corran! Vamos, háganlo rápidamente. Las voces de urgencia para llegar a la plataforma tenían una cosa en común: el poder acercarse ante la multitud. Entre las actividades frenéticas, bajo un cielo gris plomizo, la lluvia cae en cortinas densas, empapando el suelo y mezclados con el barro y los escombros. Los charcos se extienden como espejos rotos entre las tiendas, reflejando el caos del bullicio. A pesar del aguacero, la gente se agolpa alrededor de un puesto que se destaca en medio del desorden, atraída por la figura ominosa que lo custodia. Tan contundente y religiosa como un matraz, un sonido se eleva por encima de los demás.

—¡Si quieren evitar que los Nyxar asesinen a sus familiares, compren los talismanes de Lumen Sanguineus!

Al oír el nombre de los Nyxar, su pecho latió tanto que parecía que iba a salir de su caja torácica. Ella no lo notó, pero su expresión se transformó; sus cejas bajaron, al igual que sus labios, mientras sus orbes se abrieron de par en par, y sus pupilas, frenéticamente, iban de un lugar a otro. Por un segundo, se quedó mirando al cielo y regresó otra vez al camino de frente, siguiendo la voz maliciosa como una polilla. Si bien es cierto que era una polilla y una oveja asustada, trató de mantenerse algo tranquila porque detrás vio a la persona que siempre la cuidaba. Tener a alguien que la protegiese como a una flor era la sensación más agradable del mundo. A pesar del terror anterior, la contracción muscular de su labio daba indicio de una sonrisa contenida.

—Eres muy lento, por los dioses —refunfuñó la niña. Aunque su lentitud no era culpa de él. Sabía que la lentitud de su acompañante se debía a las murallas humanas; sin embargo, para aliviar su enojo, se desquitó con el joven que se dejaba arrastrar como un costal de papa, pesado y pesado.

—¿Soy lento? —cuestionó, y puso algo de resistencia, haciendo que la niña mirara por encima del hombro otra vez, con un tenue ceño fruncido y un sonrojo de fastidio. Pero, en cambio, él le sonrió—. Mujer, eres muy linda.

—No me diga mujer, hombre —recalcó mientras ejercía fuerza en su mano, jalándolo más profundo en dirección al mar de gente.

Finalmente, ambos llegaron y había un hombre elevándose por encima de los demás. El hombre tenía una figura imponente, envuelta en una capa negra que se agitaba con cada ráfaga de viento. Su rostro, oculto parcialmente por una capucha, emergía como una sombra siniestra entre los pliegues del tejido. Sus ojos, fríos y calculadores, recorrieron la multitud con un brillo mercenario, mientras sus manos delgadas y pálidas exhibían los talismanes con una precisión casi ritual. Estos amuletos, adornados con runas y símbolos arcanos, brillan con una luz espectral, una trampa brillante en la oscuridad de la tormenta.

—Mujer, ¿te encuentras bien? —bisbiseó, inclinándose hacia su oreja. Ella asintió sin apartar la vista de aquel hombre que sostenía los talismanes religiosamente. Su color rojizo, como la sangre cobriza, le dio un deseo enorme de vomitar. La voz, que seguía siendo cada vez más resonante y tan grave que atravesaba el estruendo de la lluvia, vociferaba sin descanso:

—¡Si quieren evitar que los Nyxar asesinen a sus familiares, compren los talismanes de Lumen Sanguineus! ¡Protejan a sus seres queridos de la muerte inminente!

Ahora, estando de cerca, su voz, cargada de una intensidad que roza la desesperación, se mezcla con el retumbar de las voces de los pueblerinos. Cada palabra es como un dardo lanzado al corazón del miedo colectivo, infligiendo una herida psicológica más profunda con cada súplica. Era muy consciente de que sus proclamaciones alimentaban el terror de los presentes y los hundían en una angustia paralizante que los empuja a gastar lo que no tienen, solo para obtener un resquicio de esperanza en medio de su desesperación.

"El Lazo de Sangre bajo la Luna" (modificación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora