prólogo

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Has renunciado al sol. Se llamará "El Lazo de Sangre bajo la Luna" para darle un cambio radical. Estaba leyendo Has renunciado al sol, y hubo miles de cosas que no me gustaron, principalmente la mala costumbre de dar vueltas en círculo. Todavía no ha comenzado, pero cuando lo haga, ya estará finalizado, al igual que mi fanfiction de "¿Por qué a mí?"

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Aoki Higurashi le dio una mirada de desdén a su prima Takeda, que tenía una vista desenfocada y vacía mientras cubría sus orejas con fuerza. Sin embargo, Takeda estaba demasiado concentrada en su dolor para prestarle atención a otra cosa, y cada una de sus lágrimas evidenciaba el hecho al caer rápidamente, sin pausa ni descanso. Alguien tan digno y fuerte como Takeda estaba a merced de un oponente poderoso que, con tan solo su llanto, le golpeaba una y otra vez en ondas de culpabilidad.

AAAWWWWWW
El llanto se registraba evocando un torbellino de emociones negativas, lacerando de alguna manera. Pero, desde la óptica del clan, Takeda era una mujer lamentablemente incapaz de tomar decisiones que favorecieran a la organización. La personita disminuta e inofensiva de seis meses, con su cabellera azabache desbordando suavidad enmarcando su pequeño rostro redondo, ocupó el primer lugar allí.

AAAWWWWWW

La dueña de la voz mantenía las manos regordetas en el aire frenéticamente, mientras con toda la fuerza de sus pulmones en desarrollo gritaba, manteniendo sus labios temblorosos por un período prolongado.

Otra de ella se rompió en pedazos.

Lo sabía; su bebé sacaba desde lo más profundo de ella un instinto de protección maternal.

Le temía a las personas con antorchas en la mano rodeando el altar en medio de la densa oscuridad del bosque. —Bebé, no llores —murmuró en su corazón. Ni siquiera se le permitía nombrar al progenitor para evitar que se creara un vínculo más profundo con la madre.

El infante volvió a romper el silencio en respuesta con un 'AAA, AAA' desesperado, cada sonido saliendo como un gemido que parecía rasgar el aire con su angustia. 'AAA, AAA', 'AAA, AAA'.

¿Este dolor es instinto maternal? Se cuestionó acurrucándose en su miseria y pegando su cabeza al suelo. Luego, sujetó las hierbas con fuerza hasta profundizar y retorcer sus uñas, y repitió en su subconsciente: es por un bien mayor, es por un bien mayor, es por un bien mayor, bebé.

'AAA, AAA', 'AAA, AAA'. Esta vez era agudo, casi punzante, un lamento continuo que reverberaba en su mente, llenando el espacio de una angustia inconsolable. Sus pequeños pulmones no parecían cansarse, y cada nuevo sollozo cargaba el corazón de Takeda de una tensión insoportable. Las acciones de ambas se sincronizaron, compartiendo la misma condición de miedo y dolor. Incluso llegó a autolesionarse, clavando sus dientes en su labio inferior y rascándose los antebrazos. No fue hasta que sintió una mano posarse en uno de sus hombros que se detuvo. Al alzar la cabeza, vio a un hombre de ojos dedicados mirándola con compasión. Le sonrió sin ánimo, ya que también se le podían ver las manchas de lágrimas tímidas; pero, pese a aquello, sostenía una estaca con una punta de aguijón.

—Es por un bien mayor —le dijo, y con un movimiento de cabeza le hizo señal para que viese. Así, Takeda pudo ver mejor. La figura del bebé de seis meses mostraba una angustia tan pura como la de quien no conoce otra forma de pedir lo que necesita. Sus manitas, temblorosas, se estiraban hacia la nada, intentando aferrarse a un consuelo que, en ese momento, parecía distante, dejando un eco de vulnerabilidad y necesidad que se reflejaba en cada pequeño movimiento.
—Amor, vamos a acabar con esto—

AAA, AAA, 'AAA, waaah'.
Takeda asintió frenéticamente, pasando por alto el dolor pulsante. Ambos caminaron en un sendero de sangre, con unas filas humanas de un lado a otro. Al final del camino, hallaron el altar donde se encontraba el bebé. Estando completamente frente al altar, la luz de las antorchas la bañó. El grito del bebé, al ver finalmente a su madre, se detuvo al instante, como si su mente pequeña tratara de procesar la realidad. Su vista se quedó fijamente en su madre, borrando toda la espera. Su rostro parecía esperanzado, y Takeda no vio ninguna acusación por dejarla llorar sin evitar su desesperación; es más, parecía una bebé feliz; sus orbes infantiles brillaban por algo más que lágrimas. Eres una hermana mayor muy buena, pensó.

—Takeda —murmuró su esposo, poniendo su mano en la mano que sostenía la estaca en el aire. Una gota de lágrima cayó encima del cuerpo del bebé, mezclada con sangre.

Takeda mata al bebé.

Se llama Kikyou.

Detrás de los rostros había una enorme nostalgia en su pecho. En el área en que estaban había llovido, y naturalmente, siendo un área rural, el olor que desprendía inundaba sus fosas nasales: tierra mojada y hierbas fragantes. Y de algún modo, la gente se veía nostálgica. Cuando la pequeña Rin vio a su hermana manchada de tierra y sangre por intentar ayudar a un niño que recién conocía, hizo un puchero; llanamente no entendía de dónde le salía tanta bondad; no se consideraba mala, pero su hermana Kioo era demasiado. Aunque tenía un poco de eso, era ingenua y estúpida. Aunque no estaba 100% segura de esas dos palabras para describirla... Sin embargo, para nadie es un secreto que, mientras más buena y altruista sea una persona, más como estúpida la ven las gentes maliciosas.

Rin se sentó de golpe, resoplando, con su mano descansando en sus piernas para luego apoyar su barbilla. Otra cosa que no comprendía: ¿por qué su madre se quedaba tranquila? Kioo rasgó el borde de su vestido blanco y ayudó a cubrir la herida del niño. Tanto la madre del niño herido como el mismo niño estaban mirando entre sonrojados y asombrados por las habilidades y la seriedad con que la niña mantenía su concentración al limpiar y cubrir... Cuando culminó el trabajo, se levantó y sacudió el polvo de sus manos, y despidiéndose, agitó su mano frenéticamente para correr hacia su familia... Poco minutos pasaron cuando su padre se acercó; su padre era un hombre simple y sencillo, pese a que su cara seria podía ser interpretada de manera negativa. Amaba y cuidaba a su familia como un lobo en medio del bosque; los sentimientos en su pecho eran suficientes para sentirse incluido en la sociedad.

—Padre, mira —señaló Rin a su hermana. Su padre, con sus orbes marrones, siguió donde señalaba; su otra hija, sucia de tierra y sangre, le dio un vistazo a su esposa, que simplemente negó con una sonrisa.

—¿Otra vez? ¿Debería considerar abandonar la idea de corregirla? Kioo echaba su dinero por la borda; cada vez que salía regalaba o daba sus cosas o simplemente arriesgaba su vida.

—Lo siento, no lo volveré a hacer —prometió avergonzada; por milésima vez, ni ella misma se lo creía, pero la misma promesa vacía parecía funcional cuantas veces fuera necesario.

—Hmmn —negó con la cabeza; ya no le creía, pero tampoco le importaba mucho que digamos. Se limitó a señalar a unos soldados y sirvientes para que le ayudaran a subir encima del carruaje a su familia.
—¿Padre, estás molesto? —murmuró, inquieta por el silencio dentro del carruaje. Esperaba un monólogo y advertencia. Este silencio simplemente tenía un sabor amargo.

—No —respondió, poniendo la mano encima de la melena azabache y sonriéndole con agrado antes de expresar—: conocimos a alguien igual que tú.

—¿De verdad? —Al oír que su papá conoció a alguien como ella, mostró emoción de curiosidad, aunque su rostro no poseía una sonrisa ni mucho menos ninguna expresión. En sus orbes marrones brillaban de anticipación y su cabeza se mantuvo en dirección a su padre.

—¿Como tonta y tonta? —cuestionó Rin, parándose en el carruaje para luego sentarse encima de su regazo con los orbes abiertos.

—¡E Y! —gritó Kioo, fingiendo estar ofendida.

—NO. Yo diría que era altruista, sin ofender, un poquito tonta.

—¡MAMÁ!

—¡InuYasha! ¿QUÉ ESTÁS DICIENDO?

—Lo siento —se excusó, poniendo una mano encima del hombro de su hija mayor en señal de disculpa. Sin embargo, enmarcando un pseudo malestar, Kioo giró la cabeza y parte de su dorso en dirección a la puerta, de tal modo que InuYasha solo veía su delgada y pequeña espalda.

—¡Shh! ¿Qué actitud es esta? —interrogó. Y pensar que se volvió una señorita refunfuñona. Manoteó, enojado.

"El Lazo de Sangre bajo la Luna" (modificación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora