Llegó la mañana y con ello mis pesadillas de la noche anterior se harían realidad.
Apenas les dirigí la palabra a mis padres en el desayuno, pues los nervios y las preocupaciones inundaron mis pensamientos. Mastiqué cada bocado detenidamente para evitar atascarme, y así evitar tragedias futuras. Para mi fortuna ya era tarde, de modo que, por las prisas mis padres no se percataron de lo poco que había comido y me evité un regaño, pero en consecuencia me empezaría a rugir la panza en pocas horas.
Hacía frío, por lo cual opté por un sweater gris de lana, jeans negros, converse negros y una chamarra de franela. Desenredé el nido de pájaros que llevaba por cabello, cepillé mis dientes y tomé una mochila que acostumbraba a llevar a todos lados con un libro en su interior, inspirada por Rory Gilmore. Puesto que tengo una tendencia a adoptar ciertas conductas de personajes con los que me identifico.
De camino a la escuela me lamentaba por tener un buen promedio. Para mí no tenía sentido que yo estuviera ahí, no me había esforzado lo suficiente para las calificaciones que había obtenido. Había días en los que me quedaba dormida mientras el maestro daba la clase o terminaba haciendo otra cosa que no tenía que ver con la escuela porque me costaba concentrarme.
Si bien antes, he de admitir que si le echaba ganas a la escuela, de unos meses a la fecha no tenía ganas que dar. No es porque tuviera una vida social muy activa fuera de la escuela; fiestas todos los viernes o fin de semana en alguna playa como acostumbraban mis demás compañeros. En realidad, no me invitaban porque sabían que no iría. Las fiestas no son mi ambiente, me engento muy rápido y el ruido me provoca dolor de cabeza.
Tampoco era porque no quisiera hacerlo, simplemente no me nacía, la pasaba cuestionándome el porqué de todo 24/7 y me parecía indiferente si sacaba un 7 o un 10. Mientras no reprobara y no tuviera que ganarme un sermón de mis padres, todo estaría bien.
En la escuela, mi tutora me recibió amablemente lo cual apaciguó mi apatía y le dirigí una sonrisa forzada.
Iba subiendo los escalones del foro en el que ensayaríamos cuando se me erizó la piel en cuanto vi al otro lado del escenario al verdugo de mis sentimientos, el que antes de las últimas vacaciones había roto mi corazón.
¿Cómo pude olvidarlo? Claaro, el mejor promedio de la generación y él era todo lo que yo detestaba: presumido, arrogante, ególatra y no perdería la oportunidad de demostrarle a todo el mundo lo inteligente que era, sosteniendo la bandera contra su pecho con orgullo.
Me temblaban las piernas y sudor frío comenzaba a escurrir por mis manos, sentí un escalofrío que recorrió mi cuerpo desde la raíz del cabello hasta la punta de los pies. Quería dar la vuelta y regresar a la comodidad de mi casa, sin tener que soportar el egocentrismo de Esteban, cuyo nombre hacía juego con su insoportable personalidad. Pero ya estaba ahí, así que no me podía acobardar.
Esteban se acercó a mí y en un tono arrogante pronunció:
— ¿Qué haces aquí?, ¿vienes a admirarme?, después de todo, tus ganas por verme son más fuertes de lo que creí.
— Muero por verte —respondí sarcásticamente.
— ¿En serio? —preguntó al no entender mi humor.
— Sí, de lo feo que estás, algún día me matarás de un susto —contesté, dirigiéndole una sonrisa burlona.
— ¿Ah si?, pues por mí mejor, no me perdí de mucho. —mencionó con una frialdad en su voz, que provocó que se me cristalizaran los ojos.
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Paramnesia
RomantikParamnesia. Alteración de la memoria por la que el sujeto cree recordar situaciones que no han ocurrido o modifica algunas circunstancias de aquellas que se han producido.