¿Muerte?

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Al cabo de unos días, los Hermanos Silenciosos tuvieron que intervenir en vista de mi poca mejora; decidieron que ya no me sedarian para que mi cuerpo recuperara sus acciones fiosiologicas por si mismo, pero eso resultó ser muy doloroso y trágico de ver.
Mi cabeza daba vueltas todo el tiempo, algunos días incluso tenía terribles alucinaciones y sueños producto del veneno de demonio. Mi temperatura golpeaba niveles estratosfericos, todo lo que comía lo vomitaba.
Mi familia vino a verme porque estaban realmente preocupados por mi estado de salud, y no se si comenzaban a pensar que eran mis últimos días... Yo también lo pensaba; pero en realidad solo tengo algunos recuerdos de sus voces y alguna que otra borrosa imagen.
Algunos días despertaba casi segura de que mi brazo ya no estaba ahí, pero cuando recuperaba un poco la conciencia lo veía, y veía a Jace siempre a los pies de mi cama; entre los esfuerzos de todos por mantenerme viva, y el empeño de Jace, eran las escasas razones por las que seguía respirando.
No quería morir. No aún.
Siempre crecí pensando que moriría en honor de los Nefilim, pero no de esta manera; quería ser la guerrera triunfante en una lucha entre la vida o la muerte del mundo mundano o algo así de dramático, no así.
Era una de las principales razones por las que seguía peleando por salir caminando de aquella incómoda cama de  hospital, y un alivio fue escuchar a lo lejos que un Hermano Silencioso hablaba con Alec de que habían logrado que el veneno dejará de expandirse por mis tejidos, y que ahora el trabajo sería sacarlo de mi sistema.
A partir de ese día comenzó otro doloroso proceso del cuál dude, una vez más, salir viva.
Diariamente se me aplicaban runas Amissio que hacían que la sangre infectada fuera repuesta por sangre nueva, y aquello hacía retorcerme de dolor. Cómo siempre, Jace me sostenía la mano, a veces se colocaba tras de mi para evitar que me moviera durante los complejos tratamientos.
Comenzaba a recuperar fuerza debido a que estaba libre de veneno, pero el dolor que causaba aquella herida abierta algunas veces hacia que me desmayara por la agonía. Nunca había sentido algo como aquello; sentir mi carne viva expuesta de esa forma, no podía esperar a que finalmente decidieran que era momento de cerrarla.
Uno de aquellos días, no recuerdo exactamente cuando, desperté esperando ver la misma cara bonita de todos los días, a Jace; pero sorpresivamente no era el chico rubio que estaba frente a mi, eran unos ojos azules y un cabello castaño. Aden.
-¿Que haces aquí Aden?- use todas las fuerzas que tenía dentro de mi para poder decir aquello.
-Tranquila, no te esfuerces demasiado. -Me volví a relajar en mi gran almohada.
-Solo vine a disculparme contigo... -Se veía un poco devastado. -Nunca había trabajado en equipo con alguien y... Y lo arruiné. Permití que te hicieran esto, no pude hacer nada para defenderte.-
Quería decirle que no era su culpa, que había hecho todo bien, pero mi pequeño y delgado cuerpo apenas podía respirar por su cuenta, y se había quedado sin fuerzas para decirle una sola palabra de aliento. Intenté hacerle saber que no estaba molesta, que son las consecuencias de nuestra vida. No siempre puedes cuidarle la espalda al otro cuando tienes una manada de demonios frente a ti. Aden hizo su trabajo y aún más, yo fui la que falló aquella noche.
Debí ser más lista.
Debí ser más ágil.
Debí ser más rápida.
No podía parar de pensar en eso, en que tal vez no era la mejor así como yo lo creía.
Si salía de aquí, nunca dejaría la guardia abajo otra vez.
En mi enredo de pensamientos, recordé que Aden seguía ahí, sentado junto a mi cama y sinceramente era un poco raro; me estaba viendo con la esperanza de que dijera alguna palabra en respuesta a lo que recién había escuchado.
Lo único y más amable que me permití hacer fue darle una sonrisa, una de esas con los ojos cerrados y las comisuras de los labios apenas arqueadas.
Suspiró, levantó la cabeza que estaba agachada hace unos instantes, y sacó algo de su bolsillo, era un pequeño libro que parecía ser antiguo.
-Es... Es una antigua historia de los Cazadores de sombras. Creí que podría gustarte. -Abrio el libro en la primera página y comenzó a leer.
Estaba demasiado débil para poner toda mi atención en su voz, pero se sentía bien estar acompañada.
Ese día Jace no había ido a verme, al menos no que yo me diera cuenta, pero por el momento la voz de Aden y su acento británico me hacían sentir bien.
-"Si no le importas a nadie en el mundo entero, ¿Realmente exististe?-  Una frase que entre muchas tantas palabras resonó en mi cabeza, y me hizo darme cuenta de lo amada que era en ese momento, de que apesar de que físicamente no estaba en ningún lado, muchas personas estaban haciendo todo por hacerme olvidar aquel dolor infernal.
En algún momento me quedé dormida y Aden se fue, dejándome a cargo de las enfermeras.
Sorpresivamente, cuando desperté al día siguiente, me sentía fantástica a comparación de días pasados.
Podía hablar, sentarme un poco derecha y hasta comer, lo que hizo que todos se sintieran felices.
Izzie aprovechó para pasar la tarde sentada junto a mi, contándome de todos los dramas recientes en el instituto y con Simon. También me llevó una tarta de moras silvestres con alguna fruta oriental que había conseguido Magnus en un viaje reciente.
-La hice con mis propias manos, te va a encantar. -Jace entro a la enfermería con una sonrisa.
-No lo hará. Issie, deberías dejar descansar a Phi. Phi, tengo buenas noticias.
-Dime, ¿Que ocurre?- Dije entusiasmada.
-Los Hermanos Silenciosos dicen que podemos trasladarte a tu habitación, así que dile adiós a este horrible lugar con olor a neftalina.
-¿Neftalina? -Dijimos Issie y yo a unisono y después reímos.
-Vaya que te sientes mejor, ¿Cierto?- Preguntó Issie con una sonrisa.
-Ya no siento que voy a morir en cualquier instante, es un avance.
Estaba lista para que me sacaran de ese lugar, y cuando estaban ayudándome a moverme, pude ver el pequeño libro de Aden en el mueble a un lado de la cama, y le pedí a Issie que lo llevase a mi habitación.
Junto con eso, vinieron a mi mente todas las imágenes del día anterior y de lo lindo que había Sido Aden conmigo, quizás a pesar de todo el era un buen amigo.
Cuando estaba en mi habitación, me alegro tanto el sentir una vez más el olor de mi aceite de flor de cerezo y la lluvia golpeando mi ventana, tanto que por el simple hecho de estar ahí sentía que estaba sana.
No duró mucho esa sensación antes de sentir un espasmo en el hombro, y volver a mi cruda realidad.
-No pasa nada, ven. -Jace acomodo unas almohadas detrás de mi. -Debo ir con Alec y arreglar unos asuntos que surgieron, prometo estar contigo en la noche, habrá alguien al pendiente de ti por si necesitas algo. -
Con esas palabras y un beso en la frente salió por la puerta.
No recuerdo exactamente qué tanto tiempo pasó desde eso pero me quedé profundamente dormida; me despertaron unos pasos fuertes que venían del exterior de mi habitación.
No era Jace... Jace nunca hacía ruido al caminar a menos que quisiera lo contrario.
-¿Aden?

AMISSIO- Jace HerondaleWhere stories live. Discover now