Capítulo 2

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Salí de la tutoría con un humor de perros, había disfrutado de la seca capacidad intelectual del rubio, claro que era precisamente esa incapacidad la que me dificultaba la tarea de enseñarle.

Me preguntaba cuánto le había tomado memorizar las vocales, pobre de aquel que tuvo que enseñarle el abecedario. Seguro había sido un verdadero tormento.

Al principio, el chico no hacía más que lanzar comentarios sarcásticos y de mal gusto, pero entendí que ponerse a la defensiva era su manera de lidiar con una situación que le ponía en una posición de desventaja como esta. Lo veía como un tigre, mortal y pretencioso en su habitad, pero dentro de una jaula, no le quedaba más que mostrar los dientes esperando intimidar. No me parecía correcto, pero lograba comprenderlo.

Al final, recurrí al tono de voz que utilizaba con Liam cuando se frustraba por no entender su tarea. Uno suave y paciente, aunque por dentro estaba que me arrancaba mechones de cabello. Pronto, su actitud pasó a una más reservada y casi tímida que prefería endiabladamente por encima de la otra. Me daba la impresión de que comenzaba a confiar que no me burlaría de él o algo por el estilo, como toda fiera amenazada, supongo, está acostumbrado a tener el control.

Le expliqué paso a paso cómo se debía analizar un texto como si se tratase de aprender a leer. Separar silabas, encontrar las rimas consonantes y asonantes. Le repetí el significado del hiato y diptongo más de lo que podía recordar, e incluso tuve que explicarle porqué el tema de la obra con la que trabajábamos era el desamor aun cuando el autor relataba los pensamientos de un hombre notablemente afligido por la traición de una dama.

Pasada la hora correspondiente, recogí mis cosas con una sensación similar a la de alguien que intenta pescar su cena y no consigue más que sardinas. Había ganado, pero poco. Hice mi mayor esfuerzo, y de todas maneras lo menos que me interesaba era que el chico entendiese, yo cumplía con mi parte del acuerdo con Li.

Me di la vuelta hacia la salida sin recibir un agradecimiento, tampoco me detuve a esperarlo. Con un asentimiento de cabeza di por culminada la sesión de estudios luego de hacerle firmar mi comprobante de asistencia y partí al estacionamiento, rogándole a Dios que mi buen hermano hubiese leído mi mensaje y esperado.

Saqué la chaqueta negra de mi mochila y me la coloqué, ya sintiendo mis dedos entumecerse. Rebusqué mi móvil entre el resto de las porquerías que nunca me he dado a la tarea de desechar de mi bolso, y lo agarré entre mis dedos. No había ningún mensaje de Marcus, y además no me quedaba prácticamente nada de batería, por lo que marqué su número apresuradamente.
Me recibió el buzón.

No entendía. Marcus no tenía práctica hoy y no era algo propio de él abandonarme y forzarme a regresar a pie, por más que me amenazase al respecto, su instinto de hermano mayor no se lo permitía jamás.

Bramé una palabra de la que mi madre no se sentiría orgullosa y salí hacia el aparcamiento. La fría brisa acuchilló mis mejillas e hizo volar mi cabello tras mi espalda. Me abracé a mí misma y seguí insistiéndole al número de Marcus sin obtener demasiado éxito.

El cielo estaba gris y sombrío. Casi no habían coches alrededor ahora, y no era de extrañar, todos se habían largado dichosamente, pues hoy era viernes, las clases habían finalizado hace más de una hora y estaba convencida que ningún equipo tendría entrenamiento hasta tan tarde.

Era extraño que Marcus no atendiese a mi llamado o me hubiese dejado un mensaje en el caso que tuviera que irse, en esa clase de ocasiones solía encomendar a alguno de sus compañeros de atletismo para que me llevasen a casa. Él no solía hacer cosas de este tipo.

Me encargué de rodear un gran charco que se formó a causa de la lluvia, y más adelante salté otro. Tenía una sensación extraña en el fondo de mi garganta, me sentía incómoda y observada, pese a que no parecía haber nadie cerca.

RAY - Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora