Capítulo 3

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El vaivén del coche ya comenzaba a marearme.

Debíamos tener alrededor de hora y media en carretera, cada vez esta parecía volverse más y más estrecha, así como también, el camino pintaba a volverse más templado y húmedo de lo que ya era.

No entendía qué tenía esta familia con el jodido frío.

El silencio en el coche era un poco tenso. Antes de tomar rumbo fuera de la ciudad se limitaron a realizar una única llamada a un tal Carsson.

Pero ahora, Mamá fingía dormir en el asiento del copiloto, aunque su manera de apretar las manos y respirar me indicaba que no era así. Por su parte, mi hermano casi podría dejar impresas sus palmas sobre el volante.

Aquel par eran sencillamente desconcertantes. No entendía porqué nuestra repentina huida de casa, ni tampoco el estado en el que Marcus había aparecido. ¿Había hecho algo mal? ¿Tuvo problemas legales quizás? ¿Y quién coño era Carsson?

Me recosté en la totalidad del asiento trasero, colocándome mis cascos y siendo incapaz de interrumpir a cualquiera de ellos con mis preguntas. No parecía adecuado... Por algún motivo.

Terminé perdiendo la consciencia entre una curva y otra, la música transmitida desde mi reproductor cada vez más lejana y mis pensamientos yendo y viniendo entre los pros y contras de romper aquel silencio tan frágil.

A mi parecer solo había pestañeado, pero realmente tuve que haber dormido durante por lo menos una hora antes que el frenesí comenzace, deduje por la oscuridad del cielo.

Mamá gritaba, no paraba de hacerlo.

El coche giraba y giraba de manera astronómica, y el rechinido de las llantas me haría explotar la cabeza en cualquier segundo.

Me enderecé, en busca de algún soporte que evitase estampar la cara con literalmente cualquier cosa, pero no conseguía aferrarme de nada. En cambio, parecía un maldito trompo contra las superficies dentro del coche.

Mamá gritaba el nombre de mi hermano y él gruñía un par de maldiciones en exasperación, yo siquiera tenía oportunidad de ver algo mas allá de un absurdo borron de luces.

Finalmente, cuando casi comenzaba a creer que aquella danza sería eterna, nos estrellamos contra lo que parecía ser el tronco de un árbol, y nunca creí que agradecería tan profundamente el haber chocado un coche.

Respiré profundo.

Todo me daba vueltas y mi ojo palpitaba, pero estábamos bien, que era lo verdaderamente importante.

Mamá y Marcus desabrocharon sus cinturones casi en sincronía, repasando sus estados físicos antes de volverse y comprobar que siguiera con la dentadura en su lugar. Sin embargo, el chillido de mi madre al verme no fue menos que alarmante.

Marcus había comenzado a balbucear mi nombre antes que las manos de mi madre apretaran mis mejillas. —¿Alessandra, te encuentras bien? ¿Qué te duele?

La preocupación en sus rostros me había erizado la piel, de nuevo, me sentía tan incómoda como durante la tarde. Aquel picor en mi nuca.

Elevé mi mano, palpando mi cabeza, y no fue hasta que mis dedos retrocedieron al tocar mi ojo y sintieron la humedad de mi frente, que noté que solo tenía visibilidad a través de uno de ellos y que estaba sangrando desde el centro de mi rostro.

Maravilloso.

Insuperable.

—Estoy bien. –Quise decir, pero justo en lo que terminaba de pronunciar la primera palabra, una lluvia de rocas impactó contra el auto.

RAY - Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora