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Con pasos apresurados Taylor siguió a Chad a la habitación. Hasta ese momento no habían tenido oportunidad de estar a solas, pero ninguno de los dos quería que eso pasara. Incluso ella había preferido dejar las cosas en el lugar de Gabriella para no tener que ver a su novio. Solo que ahora parecían decididos a tener esa conversación.

—¿Al menos puedo preguntar donde te has estado quedando? —preguntó Chad sentándose en la cama.

—Estaba en casa de mi hermana—respondió Taylor mirando la ventana que daba a la alberca en lugar de él—siento haber huido de esa manera. Me espanté.

—Sí, ya hoy escuché lo que opinas del matrimonio. Aunque saber eso en lugar de tu ausencia me hubiera hecho sentir mejor.

La morena se giró para quedar frente a él aún con cierta distancia. No tenía claro si debía acercarse aún sin tener las palabras para continuar esa conversación, o si en su lugar podía esperar a tener frases más estructuradas. Mintió al pensar que estaba lista para ese momento.

—¿Podemos sólo pasar el fin fingiendo que todo está bien y hablar en la casa?—fue lo único que se le ocurrió.

—¿Y si planeas volver a nuestra casa?

Ella asintió.

—A menos que tú no quieras—dijo incómoda.

—Es tu casa, también.  No puedo pedirte que te vayas, pero tú quisiste hacerlo.

—Es que debes de saber algo más.

Chad se quedó mirándola esperando que continuara su frase pero ella sólo miró sus manos entrelazadas.

—Está bien, Taylor—concluyó el chico después de un suspiro—si quieres hablamos en la casa.

Se levantó de la cama y se dirigió a la puerta.

—¿A dónde vas?—preguntó Taylor.

—A dar una vuelta, quédate con la habitación. Veré si me puedo quedar con Ryan.

—No te preocupes, mis cosas están con Gabriella. Tú quédate aquí.

—Perfecto.

—Perfecto—repitió ella y aceleró el paso para salir antes que él.

Se dedicaron una mirada antes de que Chad se dirigiera a los elevadores y Taylor caminara al cuarto de Gabriella. Tocó tres veces pero nadie le abrió, pegó con su frente en la puerta y optó por sentarse en el piso a esperarla.

...


Después de la acelerada discusión y de que todos sus compañeros tomaran distintos caminos dentro del hotel, Gabriella decidió ocupar un camastro a lado de la alberca, pedir unos nachos con otra margarita y seguir leyendo su libro favorito.

—¿Orgullo y Prejuicio de nuevo?—preguntó una voz detrás de ella.

Sonrió al saber de quien se trataba y colocó el separador en medio de las hojas.

—¿Puedo?—preguntó el acompañante señalando el camastro de a lado.

—Tienes más de medio hotel reservado para ti, no debes de preguntar.

Troy le devolvió la sonrisa y se sentó a su lado, ella le ofreció un nacho pero lo rechazó.

—Ah sí, el traje del novio—bromeó Gabriella.

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