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—Troy—insistió el ministro.

El mencionado miró al alrededor. Un zumbido atravesó sus oídos que lo hizo perder el equilibrio. Escuchó su nombre, de diferentes voces, en repetidas ocasiones. Giró su rostro para encontrarse con su novia, su cara mostraba enojo y confusión.

Se encontró con el ministro que lo veía insistente, abrió la boca para contestar pero las voces en su cabeza comenzaron a aumentar cada vez más su sonido. Escuchó a su padre preguntándole por qué había invitado a Gabriella, después fue Ryan recordándole quién era él antes.  

Los sonidos se remplazaron por imágenes y la de ella fue la primera en aparecer. Recordó el día que la conoció, el cómo no quería ir a una fiesta de Año Nuevo y se negaba a cantar, pero eso lo llevo a ella. Lo que debía quedar en un amor de invierno, se convirtió en su fuerza y compañía por los siguientes cinco años. Aunque más que su novia, Gabriella fue su guía y lo había sacado de esas situaciones que le destinaron desde pequeño. Pero, al parecer, nada había dado resultado pues ahora estaba frente al altar porque era lo que se esperaba de él.

—Troy—dijo el ministro por tercera vez—¿Aceptas...?

—No—se apresuró a decir.

—¿Qué?—preguntó Anne incrédula.

—Lo siento, Anne. No puedo.

Giró hacía dónde estaban sus amigos boquiabiertos viendo la escena, pero Anne le sujetó la muñeca.

—Te vas a arrepentir.

—Me arrepentiré más si sigo con esto.

La novia dio un golpe en el piso con su tacón haciendo la madera resonar, pero a Troy no le importó; se aflojó el nudo de la corbata y aventó su saco haciendo caso omiso a los murmullos de sus invitados.

—¿Dónde está Gabriella?—preguntó al llegar con sus amigos.

Todos aplaudieron emocionados, Sharpay incluso dio algunos saltitos. Antes de responder lo abrazaron con mucha euforia pero él insistió en su pregunta.

—No debe de estar muy lejos—respondió la rubia

—¿Qué dices? Si se fue mucho antes de la ceremonia—intervino Taylor.

—Sí, pero yo hablé con su uber—guiñó un ojo.

—Hermana, me llenas de orgullo—exclamó Ryan.

—Lo sé.

—Pues vámonos, no esperemos más—apresuró Chad.

—Tenemos la limusina afuera—avisó Troy.

Con dolor en el pecho volteó a ver a su casi esposa que tenía la cabeza entre las manos y a su madre abrazándola. Se sentía miserable al verla así por su culpa, pero no podía dar ese paso tan importante con alguien a quien no quería. Estaba seguro de que Anne lo odiaba, así como también de que algún día encontraría a alguien que sintiera por ella lo que él sentía por Gabriella. Si se hubiera dado cuenta antes le habría ahorrado esta humillación, pero ya no era tiempo de remordimientos.

—Tenemos que irnos—lo distrajo Taylor.

—Lo siento, Anne—murmuró para sí.

Chad abrió la boca, pero Kelsey no le dejó decir nada. En cambio tomó la mano de Troy y los seis salieron corriendo al estacionamiento.

                                           ....

Su mente tenía a Gabriella con la mirada perdida y a sus pensamientos como un rompecabezas que no lograba unir. Cómo pudo creer que ir a la boda de Troy era una buena idea. Se repitió tantas veces que sólo fue su amor de juventud que casi se lo cree, pero estar a su lado sólo había hecho que todo sentimiento escondido apareciera con más fuerza.

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