Capítulo 6

678 95 27
                                    

Los Santos. Las 20:52.

Estaba apoyado contra el capó del coche y fumaba un cigarrillo mientras con la otra mano, daba vueltas entre los dedos al mechero. Estaba impaciente. Tenía ganas de que llegara la hora de que bajara y pudiera verlo en todo su esplendor. Con ese pelo ondulado y rubio, la preciosa sonrisa y los pequeños hoyuelos de sus mejillas al sonreír. Estaba nervioso y las manos le sudaban levemente. En ese momento, agradecía que el chico fuera invidente y no pudiera ver sus manos temblar.

Se retocaba el pelo con las manos a cada momento, se recolocaba la americana y se ajustaba la corbata. Se la ajustaba tanto, que en cualquier momento se quedaría sin aire de lo mucho que le apretaba. No podía parar de moverse. Sentía que la cabeza y el pecho le explotarían en cualquier momento. ¿Cómo era posible que se sintiera como un adolescente a su edad? Tampoco era nada del otro mundo. Lo de esa noche, era una cita como otra cualquiera. Una cita normal y corriente excepto por una cosa. Había decidido hacerle caso a su amigo y decirle (al menos, tratar) como se sentía cuando estaba con él. Tenía miedo de la respuesta que pudiera obtener. Tenía miedo de que se riera de él, o peor aún, de perderlo.

Hacía años que no se sentía así. Desde el fallecimiento de su esposa, se había vuelto insensible. No había podido volver a amar a nadie, pero parecía que las cosas comenzaban a cambiar después de todo, y eso, en parte, lo hacía sentirse vivo de nuevo.

Por el rabillo del ojo, vio la puerta del portal abrirse. Y ahí estaba él. Vestido con una camisa blanca, americana negra, vaqueros ajustados negros y zapatillas blancas. Vestido de forma elegante pero no muy formal. A decir verdad, estaba guapo. Más que cualquier otro día que lo hubiese visto.

Movía el bastón de lado a lado y sonreía mientras se acercaba a donde estaba él. Esa noche, no sabía porque, pero lo veía realmente guapo.

- Buenas noches señor Conway. Su olor es realmente inconfundible. Podría llegar hasta usted aún estando a kilómetros de mi.

Extendió la mano libre aún con la sonrisa impregnada en sus finos y rosados labios. El mayor le estrechó la mano y sintió un escalofrío al entrar en contacto con su suave piel.

- Habrá muchos más que usen la misma colonia que yo. ¿Estás seguro de que no podrías confundirme con otro?

- Créame que no. Sentiría que es usted.

- Si tan seguro estás de ello... Y por favor, hazme el favor de no tratarme de usted. Hace ya un mes de esta relación y aún sigues tratándome de usted. Puedes tutearme y llamarme por mi nombre.

- Está bien entonces, Jack.

Se sonrieron una vez más y se quedaron quietos sin saber que hacer hasta que el pequeño habló.

- No es por nada Jack, pero... tengo hambre la verdad.

- Si, claro. Perdón. Tengo el coche justo aquí. Déjame que te ayude.

- Gracias.

Lo vio plegar el bastón y le abrió la puerta del coche ayudándolo a entrar en él. Rodeó el coche, entró y puso el motor en marcha.

Conducía tranquilo por las transitadas calles de la ciudad y de vez en cuando miraba de reojo al chico, quien tamborileaba con sus dedos sobre la rodilla al ritmo de la música. Quería entablar una conversación con él pero no sabía de qué hablarle. ¿Del tiempo? No. Del tiempo no. Pensaría que es un viejo como cualquier otro. ¿Trabajo? Aburrido. Han quedado para cenar, despejarse un poco y cierta cosa más por su parte. ¿Aficiones? Ya han hablado de eso en más de una ocasión. ¿De que podría hablarle sin parecer estúpido? Estaba demasiado nervioso como para pensar con claridad. Se le apelotonaban los pensamientos haciendo que fuera incapaz de pensar con claridad.

El mundo a través de tus ojos - IntenaboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora