Cap. 18 UNA FRÍA SORPRESA

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En sus sueños, apareció nuevamente la pesadilla de la otra noche, la chica advirtiéndole de un gran peligro, y Álefer atravesando a Alina con una espada al final; todo era exactamente como la primera vez. Alina despertó de golpe muy asustada, con la respiración y los latidos acelerados. La perturbó mucho vivir otra vez esa experiencia en su sueño. Cuando observó la hora en el avanzado reloj sobre la cómoda, notó que ya era medio día, se levantó de la cama y fue al baño donde tomó una larga ducha para despejarse.

Una vez lista, bajó a la cocina donde Morgan la esperaba con el desayuno.

—Buenos días señorita Alina.

—Buenos días Morgan —contestó Alina con una sonrisa forzada.

—Me alegra que la nueva cama sea tan agradable para usted que quiera dormir tanto.

A ella le causó algo de gracia que Morgan siguiera hablando de la cama. Mientras Alina terminaba su desayuno, Morgan continuó con sus labores, pero luego regresó a la cocina con el comunicador en la mano.

—Señorita Alina, llamada para usted —dijo mientras le extendía el dispositivo.

—Gracias Morgan —contestó Alina tomándolo y poniéndoselo en la oreja—. ¿Hola?

—Hola Al —saludó Mateo.

—¿Cómo estas Mateo? ¿Qué pasa?

—¿Estas ocupada hoy?

—Para nada.

—Okey, entonces vendrás conmigo. Te llevaré a un lugar que te encantará.

—No voy a decir que no. Llámame cuando llegues al edificio.

—De acuerdo, ahí nos vemos.

No pasó mucho tiempo y él volvió a llamar diciendo que ya estaba llegando, que saliera y lo esperara afuera. Alina volvió a escabullirse, pero esta vez no le dijo nada a Morgan, simplemente salió. Cuando el ascensor se abrió, ella intentó entrar rápido antes de que Morgan notara su ausencia pero chocó con el cuerpo de alguien. Cuando levantó la mirada se sobresaltó.

—¿Pensabas ir a algún lado? —preguntó Cónfer.

—Yo... —Alina pensaba que excusa decir.

—No hace falta que mientas, sé que saldrás con Mateo. Estaba en el recibidor cuando lo vi llegar.

—Así es ¿Algún problema con eso?

—Para nada. Iré con ustedes —dijo mientras la tomaba del brazo para que entrara al elevador.

Mientras descendían Alina le preguntó.

—¿Y cuándo termina esto de ser mi escolta?

—Cuando yo lo diga —contestó Cónfer.

—No necesito que estés siempre cuidándome.

—Eres una niña imprudente que cree que puede con todo —dijo Cónfer acercándose a centímetros de ella—. Y no voy a permitir que te pongas en peligro como en el pasado.

—¿A qué te refieres?

—Nada, olvídalo.

Cuando salieron del edificio, Mateo estaba parado junto a su vehículo con una gran sonrisa, pero se le borró de su rostro cuando vio a Cónfer caminando junto a Alina.

—Buenos días Mateo —saludó Cónfer con una sonrisa.

—Hola Cónfer —dijo él de mala gana.

—¿Hay lugar para uno más? —le preguntó Alina a Mateo—. Es que al parecer, mi escolta debe ir a donde yo vaya.

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