Cap 7.- La aldea

7 2 0
                                    


¨Escóndete¨ me logró susurrar Tau antes de que un grupo de personas aparecieran tras él. Me camuflé con las lianas para que no me vieran mientras observaba la escena, incapaz de hacer nada.

Los desconocidos tenían máscaras que tapaban la mayor parte de su cara, vestían de manera extraña, con telas de estampados llamativos y llevaban lanzas como la que acababan de lanzar. El egipcio levantó sus manos mientras se daba la vuelta lentamente: Eeeehhh esto debe ser un error, me he metido por el camino...

No le dejaron terminar ya que recibió una patada por parte del que aparentemente era el líder del grupo, cuando estaba en el suelo lo agarró del pelo y lo acercó a su cara para susurrarle algo. Se me erizó la piel al ver la cara de Tau, blanco, como si acabara de ver un fantasma. Le ataron las manos y se dirigieron hacia mí. ¿Me han visto? No, van a pasar por la misma entrada por la que me he caído, seguramente eso les haya dado el cante. Efectivamente pasaron a mi lado y Tau ni siquiera me dedicó una mirada.

Tengo dos opciones, voy sola y le ayudo con todo improvisado o me arriesgo a perderme en el bosque hasta llegar al campamento y que puede que sea muy tarde....

No hace falta meditarlo mucho más, cuando noté que estaban lo suficientemente lejos me adentré en la curiosa cueva, me fijé sobre todo donde pisaba para evitar activar alguna trampa. Cuando llegué al final otra capa de lianas me hizo respirar hondo antes de cruzar esa cortina, no sabía que me esperaba ahí dentro pero Tau me necesita.

Algo dudosa crucé esa fina barrera y me encontré con otro escenario espectacular. Una aldea. Una aldea, con personas, dentro de una catarata, que por cierto seguía cayendo hasta formar un lago parecido al de antes. No había signos de que hubieran animales y la vegetación era muy distinta a la de arriba, simplemente eran arbustos y algunas flores similares a orquídeas. Ahora mi mirada se fijó en las personas. La mayoría eran de alta estatura, con el cabello largo independientemente del sexo, vestían con ropa más bien pobre, simples túnicas o faldas de colores lisos, para nada como los que había visto fuera. Me fijé en un grupo de niños que correteaban cerca de mí y me di cuenta de que sus orejas eran alargadas.

Me conseguí escaquear hasta llegar a una casa que tenía una túnica colgada, la robé y me la puse para camuflarme entre la multitud y encontrar a Tau. El plan simplemente era encontrarlo y correr de vuelta, sin embargo, llevaría una hora dando vueltas y lo único que había descubierto había sido un escenario. En él tres figuras curiosas tocaban instrumentos, dos de ellos tenían cicatrices en la cara, tapándola casi al completo. Uno tocaba el ukelele y otro una especie de arpa. El tercero tenía una máscara que sólo tapaba la parte superior de su cara, dejando a la vista sus finos labios que tocaban armoniosamente una flauta travesera. Había una cuarta persona en el escenario. Una mujer. Vestía igual que las demás y se dedicaba a bailotear y cantar animando al público, no pude evitar quedarme hasta el final del espectáculo, hipnotizada por los ojos blancos de los artistas, que resaltaban a pesar de estar cubiertos o rodeados de cicatrices. Al poco tiempo dejaron de tocar aunque mi mirada se clavó en la mujer.

Volví a pensar en mi misión cuando un golpecito en el hombro me sobresaltó. Otra vez una maldita máscara. Ni siquiera pude ver quién era ya que me agarró de la muñeca y salió corriendo, pensando que era uno de los guardas de antes empecé a gritar.
Me golpeó en el estómago y me cargó en el hombro mientras corría por callejuelas hasta llegar a una vulgar casita, me tiró en la cama y se llevó las manos a las rodillas, mostrándome que estaba cansado.

-No me acordaba de que los humanos pesaban tanto-me gruñó mientras se daba la vuelta, aún con la máscara puesta.

-¿Quién eres?- este chaval me acaba de tirar sobre su cama sin siquiera conocerlo, espero una buena explicación.

-Te acabo de salvar la vida, lo mínimo que podrías hacer sería...

-Quién eres dije

-Tú ganas, me llamo E- le miré algo extrañada-. Es mi apodo aquí, no deberías pasearte tan a la ligera sin orejas, aunque supongo que acabas de llegar.

- Me explicas un poco cómo va esto o yo que sé, no entiendo nada.

-Así que te has metido en la boca del lobo sin saberlo.... Vale es muy sencillo, te habrás dado cuenta de que todos tenemos orejas alargadas, ¿No? Pues son de elfo, y si yo fuera tú no me pasearía tan a la ligera, no soportan a los humanos.

-Vale y si no los soportáis porqué me has secuestrado- se dio la vuelta mientras me miraba con malicia. Otra vez se me pusieron los pelos de punta.

Se quitó la máscara, era el chico que tocaba la flauta en el grupo. Sus finos rasgos en seguida llamaron mi atención, ojos muy rasgados de color blanco, como vacíos, con la nariz puntiaguda y finos labios. Me fijé en la extraña cicatriz que bajaba de su ojo visible, ya que el otro se encontraba tapado completamente por un largo flequillo. Su pelo llegaría fácilmente a su pecho, aunque en ese momento se encontraba recogido en una alta coleta.

Se lanzó sobre mí sosteniendo mis manos sobre mi cabeza e inmovilizándome con su propio cuerpo. Se acercó a mi cuello y lo lamió y besó suavemente, dejando una marca bastante notable, luego me susurró ¨Ya tenía ganas de comerme una humana, además te ves fantástica, princesa¨

Se levantó sin razón alguna mientras yo empezaba a sudar, mis ojos se abrieron como platos y lo volví a mirar.

-Pero tendré que esperar, total nos acabamos de conocer, además no soy caníbal- dijo mientras se quitaba las orejas, dejando a la vista unas normales.

EekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora