Da Vinci

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Estoy despierta pero no quiero abrir los ojos, un brillo destella tras mis párpados, estoy agotada, pensar en mi existencia, mi cuerpo, me cansa.

Cuando por fin estoy dispuesta a abrir los ojos y enfrentarme al mundo este me deslumbra al punto de cegarme, que estupidez, de inmediato mi brazo se desplaza para protegerme, aun con la protección de mi brazo tengo que parpadear en repetidas ocasiones para que mis ojos se ajusten al brillo excesivo de la habitación.

En mi mente se instala un pensamiento, estoy muerta.

La realidad me regresa, el tacto de la suave tela sobre la que reposa mi cuerpo me parece bastante mundana, no hay manera de que esa vida perfecta sea tan... insipida. ¿No debería sentirme en paz? ¿No es eso lo que prometen la mayoría de las religiones? Una vida después de la vida, sin las preocupaciones terrenales.

De morir ¿Realmente iría al cielo? alejo el pensamiento de mi mente, permanezco recostada un momento más para aclarar mis ideas que por momentos desaparecen y me pierdo en la nada entrando y saliendo de ese estado donde nada existe, sigo así hasta que me doy cuenta de que no sé dónde estoy, las paredes son blancas y eso hace que parezca haber más luz, una ligera sensación de desolación recorre mi cuerpo empezando por la nuca y poco a poco se extiende por el resto de mi cuerpo en forma de un ligero cosquilleo que me eriza los vellos.

La cabeza me duele, me siento mal, no, es más una sensación de constante peligro e incertidumbre, me hace sentir abrumada, empiezo a incorporarme lentamente hasta quedar apoyada en un codo, me detengo cuando me doy cuenta de dos cosas, la primera es que estoy tumbada en un colchón en el piso y la segunda es que frente a mi hay un joven, está sentado con la espalda recargada en la pared y la barbilla ligeramente levantada.

Parece arrogante.

Me está mirando y sonríe al notar mi desconcierto, no recuerdo haberlo visto jamás, pero tiene una sonrisa seductora, que me perturba aún más, en cierta forma es muy sensual, así no deberían ser las cosas, se le forman hoyuelos en las mejillas y usa brakets, con estos últimos detalles el sujeto deberían hacerlo muy lindo, tal vez la idealización de la perfección física, pero me resulta bizarro.

— Hola  ¿Cómo te llamas? — Su voz es suave y tranquila, ¡Dios! ¿Es perfecto o qué?

— Me llamo... — dejó la frase a medias, no puedo recordar mi nombre, mi mente sale disparada en busca de cual quier recuerdo, no hay nada, eso me hace entrar en pánico y él parece notarlo porque se levanta del colchón en el que está sentado y se acerca a mí.

Por reflejo me incorporo de inmediato y me arrastró por el colchón hasta quedar sentada con la espalda pegada a la pared y las piernas flexionadas hacia mi pecho, se sienta a mi lado y dice:

— Tranquilízate, yo tampoco recuerdo mi nombre —  y se encoge ligeramente de hombros

《¿Se supone que eso debería calmarme? Su comentario es ridículo ¿Cómo demonios es que no tenemos memoria? Tal vez estamos drogados》

— ¿De qué hablas?

— ¿Te puedes imaginar mi horror al verte tirada en ese colchón? Por un momento creí que estabas muerta.

Su comentario me molesta y no puedo evitar poner mala cara

— Gracias por el sarcasmo.

— Desperté hace como veinte minutos solo sé que este cuarto mide alrededor de veinte metros cuadrados y que en la esquina de por allá hay un baño — señala una esquina que tiene unos bordes irregulares que al parecer no es más que una simple pared.

Génesis 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora