Un jardín de manos.

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El día encuentra su esplendor cuando el penetrante sol aparece con intensidad en lo más alto del cielo. Lanza sin compasión sus abrasadores rayos ultravioleta, que convierten al día en uno de los más calurosos registrados en los últimos dos años.
A Wendy el calor no parece preocuparle. Sin inmutarse camina despacio hacia el interior del bosque que colinda con su casa. Lleva colgada del hombro su lonchera, poseedora de una refrescante merienda preparada en un intento de mitigar el sofocante calor del verano. Se balancean en su mano derecha la pequeña cesta de mimbre con el material de jardinería y su diminuta radio portátil, todos regalos de la abuela por su décimo cumpleaños.
Evade con agilidad las grandes raíces que obstaculizan el paso mientras escucha, bajo la sombra que proyectan los altos árboles, el sonar de su radio. Transcurren pocos minutos cuando esta comienza a reproducir esa empalagosa canción que la niña tanto desprecia. Sintoniza el programa de las doce siempre que puede, pero eso no reduce el desprecio que manifesta hacia esa tonta melodía infantil a la que se refiere como "intro barata". Se apresura a mover el dial hasta que localiza un bajo sonido de interferencia. El ruido hace que viaje hasta los sucesos de la mañana, a esa inusual visita a casa de su abuela.

La anciana siempre le ha parecido demasiado amable, rozando el límite de la repugnancia. Cada visita a su enorme casa viene acompañada de panecillos y aburridas historias, mas esto no impide que a la niña le agrade la idea de pasar tiempo en el interior de la residencia. Desde pequeña transita los largos corredores que la conforman.
Sin embargo, la casa provoca en su madre cierto sentimiento de aprehensión, en especial esa fría habitación a la cual se llega a través de la estrecha puerta cercana a la cocina. Wendy, en cambio, disfruta del imponente silencio de su interior que hace que sus sentidos se magnifiquen.
Ha desarrollado cierto placer por el olor a formaldehído que irrumpe de esta, impregnando todo con su presencia. Le fascina el modo en el que los utensilios de acero inoxidable se tornan fríos ante su tacto, pero sin dudas, lo que provoca en ella mayor satisfacción, es ese increíble espectáculo que brindan a la vista todas esas personas, tan pálidas y heladas, tan quietas.
Se regocija en la tranquilidad que le otorgan. Según su madre la morgue es un lugar tortuoso, por eso debe escabullirse a escondidas en su interior, mientras sus abuelos la observan con miradas reprobatorias. "No es un buen sitio para los niños" dicen todos. Claro que no lo es, todo el tiempo está lleno de almas corrompidas. Sabe que el trabajo de sus abuelos consiste en hacer que parezcan hermosos, casi puros para el último adiós de sus familiares.
Ella es capaz de apreciar lo que queda cubierto bajo toda esa belleza superficial. Solo putrefacción y un ser atormentado en cuyos recuerdos quedan únicamente vestigios del pasado.
No les teme, tiene la certeza de que no tendrán descanso hasta que sean liberados del plano terrenal. Por eso la visita de hoy no fue como las acostumbradas. En esta ocasión se ha lleva consigo algo más que panecillos.
Ahora en el corazón del bosque puede observar con detenimiento sus nuevas posesiones. La sangre ya no brota de los grandes cortes que causó con la sierra metálica; sus últimos restos se han secado en la superficie, formando un extraño estampado sobre la blanca piel.
Ha llegado a un claro despejado de árboles, la locación perfecta para su jardín. Con una pala de mango corto comienza a remover la tierra hasta formar cuatro agujeros poco profundos.
Dentro de la cesta descansan, expectantes, dos pares de manos cortadas por donde alguna vez estuvieron ubicados los codos. Wendy agarra una con delicadeza y la comienza a sembrar en el suelo igual que a una  encantadora flor. Repite el procedimiento hasta que en la cesta no queda más que la sangre coagulada surgida de aquello que contenía.
La tierra purificará los espíritus envilecidos de los cadáveres a los que pertenecieron, continuará suprimiendo el mal que habita en esos seres.
La niña examina con suficiencia la retorcida plantación, su jardín de manos está terminado.

Sombras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora