Capítulo 1

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Con el paso de los años, Aphelios veló por las almas de su lista y fue presenciado por ellos hasta que estuvieron en el último suspiro de su agonía.

El trabajo impuesto era algo que lo estaba volviendo frío, ya nada le sorprendía a este punto, aunque... No estaba seguro si era a propósito, pero
Casi todas las almas con las que le había tocado estar cerca tenían finales trágicos o terminaban por suicidarse tarde o temprano.

—¿Qué tal, Aphelios?— Kayn, un compañero de Aphelios apareció de pronto de entre una pared. —¿Continuas con tu adorable e interminable lista?—
Kayn era un ángel de la muerte, igual que Aphelios en estos momentos, había terminado así ya que tuvo un suicidio asistido, en vida había sido diagnosticado por un agresivo cáncer que terminaría con su vida si no era tratado al momento, pero aún cuando había sido ayudado y ofrecido tratamientos gratuitos aceptó durante un tiempo, el medicamento y sus quimioterapias hacían de su cuerpo un lugar lleno de estragos, tan débil... Tan indefenso, lo mejor que decidió aún en sus cinco sentidos fue el deseo de morir apoyado legalmente por la utilización de Eutanasia en el hospital en dónde prácticamente vivía por su enfermedad, cosa que le costó la libertad de su alma, pues, según la muerte había dicho que de haber soportado aquello podía haber cumplido muchas cosas más de las que ya tenía planeado.

En su cuerpo espiritual quedaron plasmadas aquellas marcas de su estancia en el hospital y de los constantes problemas que obtenía su piel por la delgadez extrema que le ocasionaba sus tratamientos.

—No tengo otra opción, si no lo hago, Jamás podré ver a Alune. — Aphelios observó el rededor y poco después volvía la atención a su lista, gracias a todo lo bueno cada vez era más corta.

—¿Quién es tu siguiente alma?— Kayn parecía más interesado que el mismo Aphelios, se sentó a su lado a escuchar mientras acariciaba suavemente su propio cabello, tan largo que fácilmente podía ser aplastado incluso por él mismo al sentarse.

—Ah... Se llama Settright Varn.— Murmuró el azabache mientras giraba la lista, como si tratase de ver bien lo que estaba escrito.

—¿De qué morirá?— Kayn se acercó para poder apreciar mejor el escrito.

—No lo sé... Su destino es borroso.— Aphelios mostró a su compañero el papel, después del nombre las letras cambiaban de forma drástica y repentina una vez tras de otra, como si al escribirse esas palabras fuesen borradas y escritas de nuevo.

—Déjame ver... Esto no había pasado antes, creo.— Kayn tomó el pergamino. "Suicidio" no, "Tumor" ah... "Asesinato.", "Asalto", pero ninguna de esas parecía quedarse quieta en el papel. —Ese será un caso bastante interesante... ¿Está bien si te acompaño al mundo humano para ver más de cerca?—

—Como quieras...— Aphelios finalmente guardó el papel entre sus cosas y se levantó del lugar donde había estado sentado.

—Entonces si quiero.— Kayn se levantó y siguió no muy de lejos a su amigo.

En una ciudad remota había una casa, excluida de las demás, Aphelios y Kayn se quedaron un momento en una parte del bosque cercano analizando el movimiento de los humanos habitantes de ese lugar.

—Mira, alguien sale ahí.— Kayn señaló una puerta que se abrió, pero de ella salió una mujer, se veía muy adorable y parecía bastante joven, se arrodilló en el suelo y con sus propias manos comenzó a hacer unos agujeros en el suelo en dónde después colocó unas semillas de algo, al parecer estaba sembrando.

—¿Qué son esos mechones que cuelgan a sus costados?— preguntó Aphelios mientras de entre sus cosas tomaba un libro medianamente pequeño, dió un par de vueltas a la página.

Angelus MortisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora