Ahora o nunca / Jefe en pañales (TimxTed)

Capítulo II

Cenaron con calma, la mesa parecía alejarlos aún más estando cada uno al extremo de esta. Después de todos los desplantes que vivió Tim en las últimas horas, no se atrevió a abrir la boca. A penas lo hizo para comer, y es que no pudo evitarlo, en su puesto estaba su plato preferido, olía de una forma tan especial que se le hizo agua la boca, no podía no darle una probada.

El silencio era mutuo; Ted también estaba sepulcral, pero lanzaba fugaces miradas al castaño, las que luego desviaba por temor a ser descubierto. Tuvo la intención de abrir la boca. No pudo. Le temblaba la garganta al querer emitir algún sonido.

En el cien por ciento de su día a día, era el hombre más imponente y seguro de sí mismo. No había nada que lo flaqueara. Sin embargo, ahí estaba, sintiendo que sudaba por el hecho de querer decir unas simples palabras.

- ¿Y bien, Lindsey? -insistió Tim, cada vez más impaciente. ¿Por qué tanto misterio?

Theodore bajo los cubiertos y se concentró. Intento posicionarse de una forma cómoda y segura, que pudiese demostrar que no estaba para nada nervioso, no le gustaba saber que estaba reflejando vulnerabilidad.

Tim solo lo miro más confundido aún, su postura era tan forzada que tuvo que reprimir un comentario, para que el rubio no se sintiese atacado.

-Leslie, esto que necesito decir... Yo... -titubeo mientras intentaba sostener su mirada firme, pero los nervios eran tantos que no podía ni mirarlo a los ojos. -bien, esto es algo que, tú sabes, tenía que decir. Nos... Conocemos hace tiempo -reprendió a su mente: ¿Nos conocemos hacer tiempo? ¡Crecieron juntos! ¿Qué mierda estaba hablando? No podía organizar bien las palabras que salían de su boca. Ahora Tim iba a pensar que era un retrasado o algo parecido.

El mayor entrecerró los ojos y puso atención lo mejor que pudo. No estaba entendido ni una sílaba de lo que hablaba. ¿Estará enfermo? Pensó al notar por primera vez en su vida como el rubio no podía decir algo claramente.

-Mira, -intento continuar el rubio. - espero lo entiendas y no salgas corriendo.

- ¿Corriendo? -

- ¡Déjame continuar! - reclamo con exasperación. -

-Ya, ya... Que genio. -balbuceo Tim.

-Yo... Siento algo...-dijo pausadamente. De un momento a otro las palabras le pesaban más, y la lengua le falló. Como si tuviese alguna pelota o algo metido en la boca que no lo dejara hablar. -Que... -

Al parecer no iba a poder. Debía guardarse lo que quiera decir, aunque eso le costara caro.

-Descansa, Tim. -dijo Ted levantándose de la mesa imprevistamente.

El castaño lo miro confundido y en cierta medida, molesto; ¿Acaso estaba jugando con él? ¿Era una especie de broma absurda?

Vio como se fue hasta su habitación mientras se quedaba inmóvil en su puesto en la mesa.

...

Se quedó de pie, sin moverse por unos minutos. Ted dudo en permanecer ahí, debía volver y enfrentar la situación. Debía soltar eso o le carcomería toda la vida. Tenía que mirar a la cara al castaño y decirle el motivo de sus angustias y sus malestares. La respuesta, que esperaba fuera negativa, lo libraría de todo.

Necesitaba esa bofetada de realidad para poder soltar. Vaya que se hacía necesario maltratar al corazón; tenía que caerse y sentir el dolor para poder entender que el camino que tomamos es el incorrecto, aunque nuestra mente se esforzara cada segundo por hacernos entender, desde el principio, que ahí no debías involucrarte.

¿Como podía una misma persona hacerte sentir en el cielo y el infierno al mismo tiempo? Entre la desesperación y la calma, entre la cordura y la locura. Dolor y sanación eran él...