━━one.

210 16 17
                                    

•• <<────≪•◦⚜◦•≫────>> ••

Mi vida es un tormento
mi vida es un lamento

Caminaba lentamente por las calles de la ciudad, alumbrado por los grandes faros de las coloniales calles, miraba parejas felices tomadas de la mano, besandose en las esquinas, regalandose docenas de rosas. Y sintió envidia, ¿Hacía cuánto el no daba o recibía un ramo de flores? Las últimas que habían tenido eran por la despedida de su ángel, desde ahí ambos de prohibieron aquellos regalos, y de eso ya habían pasado 5 desgarradores años.

Recordaba con nostalgia sus momentos de juventud, dónde ambos se regalaban ramos de azucenas, las flores favoritas de ambos.

Era Junio, mes dónde las mágicas flores estaban en su pleno florecer, caminaba por la central de abastos, y una pobre viejecita anunciaba sus flores con lo poco que le quedaba de voz, Aris se acercó, y soltó una lágrima cuando miró un bello ramo de Azucenas, por su ingenua mente pasó un escenario donde llegaba a casa con Temo mirándolo nuevamente con amor, ambos se besarían y se pedirían perdón por el daño que se habían hecho.

El rizado tomó el ramo, con una cálida sonrisa de la señora, pagó y se despidió de ella, alejándose nuevamente por las solas calles de Oaxaca, aún veía al fantasma de su adolescencia pasear de la mano junto al amor de su vida, por las mismas calles que el ahora pasaba solo, y marchito.

¿En qué momento su vida se volvió un tormento?

Quizá fue cuando le llamaron a su trabajo avisándole que su hijo había tenido un accidente, que su moto había quedado despedazada y su vida colgaba de un hilo.

Quizá fue cuando tuvo que ser fuerte por ambos y entrar a reconocer el frío cuerpo de su pequeño. O cuando tuvo que moverse por toda la ciudad haciendo los trámites de la funeraria.

No sabía con exactitud, cuál había sido el momento que rompió las cosas entre Temo y el.

Pero pasó. Y ya no sabía que hacer para regresar el tiempo.

Llegó hasta la puerta de su hogar, con las azucenas  en un brazo y la despensa en otro. No sé sorprendió cuando su primera imagen fueron botellas de cerveza regadas por todo el piso, colillas de cigarro en las ventanas, y un Temo acostado en el sofá con la televisión encendí, con suerte solo estaría dormido, pero en el fondo sabía que el polvo de la mesa no era azúcar, ni mucho menos harina que había regado. Un golpe llegó a su corazón tras ver el estado de su aún esposo, ¿En qué momento habían llegado a eso?

Pasó con cuidado de no romper nada, y de no interrumpirlo en su viaje, las flores en sus brazos se sentían más pesadas, las lágrimas amenazan con caer, las voces de su cabeza de reían de él y de su inocencia, unas estúpidas azucenas no iban a curar todo el dolor de Temo, ni lo iban a sacar de ese infierno dónde ambos se condenaron. Esas estúpidas flores no iban a cambiar nada entre ellos, porque no eran mágicas como decía su abuela, lo mágico era su amor, pero ese ya se habían acabado.

¿Por qué seguía con el? Sabía que merecía más que eso, lo tenía muy claro, su familia se lo recordaba todas las veces que se veían a escondidas de Temo. ¿Por qué no se iba? Una pregunta que se hacía todos los días que despertaba con el fuerte olor a cigarro quemando sus pulmones.

Quizá aún amaba mucho a Temo, demasiado como para no dejarlo morir solo, su alma seguiría atada a la de él por el resto de sus vidas, porque no existía un Aris sin Temo. Porque lo amaba demasiado como para aceptarlo en voz alta, tanto como para resignarse a vivir en ese basurero de casa, con las migajas de amor que le daba cuando Temo estaba sobrio, pues su amor se fue con su único hijo, su pequeño Adán.

Tuyo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora