EL SILENCIO

10 4 1
                                    

Era una tarde de diciembre de 2003. Estaba sentado en el sofá del salón junto a mi madre, Cecilia, una mujer de bellos sentimientos, fuerte, de carácter pasivo, con ojos negros, piel blanca, cabello castaño largo y una mirada noble. No era tan alta, su cuerpo era más bien voluminoso y con aquel lunar en su mejilla que le termina de dar la belleza de una reina de cuarenta años de edad.

—¡¡¡HIJO!!! —Exclama mi madre—. Tengo que preguntarte algo.

—Ehh, mamá, dime —respondí con voz temblorosa ya que no acostumbraba a hablar con ella sentado en el sofá.

—Hijo, tu padre y yo estuvimos conversando sobre ti y de verdad queremos saber si tienes algo que contarnos; nunca nos has presentado a una chica, y ya tienes diecisiete años. ¿Qué está pasando, hijo? —me preguntó, muy nerviosa, con la mirada caída esperando la peor respuesta.

«¿Qué está pasando, hijo?» fueron las palabras que penetraron mi mente y corazón. Me agarré las manos, troné los dedos uno a uno como acostumbraba a hacer, sudando frío y tragando saliva, o lo poco que quedaba en mi boca. Levanté la mirada al techo, con el pecho inflado y botando un gran suspiro por la nariz, me puse de pie, miré a mi madre con un gran nudo en la garganta y me marché lentamente hacia el refugio más cercano, mi habitación. Dejé a mi madre atrás, triste y confundida. Se levantó del sofá mientras me decía, desesperadamente:

—Hijo, puedo ayudarte; sé que tienes miedo y esos miedos son como demonios que te hacen la vida imposible, tienes que vencerlos, debes vencerlos... Tienes que superar tus miedos...

Ya en la habitación lo único que se escuchaba eran mis suspiros. Fue tanto el silencio que hasta se podía percibir la caída de mis lágrimas desesperadas por tocar las sábanas de aquella cama... Moi, así me llaman; soy un chico normal y apuesto, según dicen, de ojos claros, nariz perfilada y cabello castaño no muy largo. Mido un metro con setenta y siete y peso unos setenta y dos kilos. Tengo un lunar en la mejilla heredado de mi madre, la piel pálida como la de mi padre y un carácter un poco temperamental, pero de gran corazón, aunque oculto un sentimiento que solo yo puedo entender.

LOS DEMONIOS DE MOIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora