UNA ESCAPATORIA

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Me despertó la luz que entraba por la ventana.

Era un día nuevo y parecía tranquilo. Miré hacia la derecha, miré hacia la izquierda; todos estaban dormidos, decaídos, cansados de los horrores a los que nos enfrentábamos día a día. Escuché la trompeta nuevamente; debían de ser apenas las seis de la mañana, ya faltaba poco para comenzar la jornada.

—¡¡¡ATENCIÓN!!! —gritó Santaelis—. Necesito que todos se levanten rápidamente, se vistan y salgan al patio de concentración; hay formación general con todos los pelotones. Es importante la rapidez, mi coronel Fuenmayor está esperándolos, ya que tiene una importante noticia que darles.

¿Una importante noticia? ¿Cuál será esa noticia? Deseé que no fuera nada malo, no estábamos para eso, necesitábamos un respiro, una buena noticia, y aunque no me imaginaba qué nos diría Fuenmayor, supuse que no sería tan malo; mi coronel me caía muy bien, me recordaba a mi abuelo. Ya en el patio, los dos mil soldados se encontraban en formación. El escenario era distinto, todos estaban de pie, firmes y sacando pecho, como si ya hubiéramos absorbido todas las instrucciones al pie de la letra. Se respiraba otro ambiente, ya no teníamos esa cara de asustados y de civiles perdidos sin saber qué hacer del primer día, ya estábamos completamente adoctrinados militarmente, algo que me enorgullecía en cierto aspecto. Sentí que lo estábamos logrando.

—¡ATENCIÓN! ¡ATENCIÓN! —gritó Fuenmayor—. Primero que nada, quiero felicitarlos y expresarles mis más sinceras palabras; hoy lucen con mejor aspecto, parecen militares de verdad, parece que están recibiendo un buen entrenamiento por parte de sus instructores.

Aquello me gustaba, pero estábamos desesperados por saber esa noticia de la que se había referido Santaelis. Estaba seguro de que todos pensábamos igual, no solamente mi pelotón sino todo el regimiento. Llevábamos tanto tiempo ahí que ya no sabíamos lo que era sonreír de alegría.

—No les podemos decir cuánto tiempo ha pasado desde que llegaron al Centro de Adiestramiento de Soldados, pero sí les puedo decir una cosa: ha pasado suficiente tiempo para no arrepentirse de estar aquí. Por ese motivo —dijo Fuenmayor—, quiero que den un paso al frente todos aquellos que no quieren seguir en este lugar. Hoy les vamos a conceder la baja a todos aquellos que quieran irse a sus casas, sea por cualquier circunstancia que sea; respetaremos su decisión, les daremos la opción de elegir...

No podía creer lo que escuchaba, mi sueño se había cumplido... Al fin iba a poder irme y dejar atrás todo eso. No podía rechazar la oferta de Fuenmayor, estaba convencido que no iba a tener otra oportunidad de esa índole. Miré a los lados para observar las expresiones de mis compañeros, y eso fue lo peor que pude haber hecho. Rafael me miraba fijamente y me hacía señas con desesperación. Quería saber qué decisión tomaría, o eso entendí. Las manos me temblaban y aunque estaba haciendo frío, el sudor corría por mi frente. Fuenmayor estaba a punto de impartir la orden de dar un paso al frente los que se querían ir definitivamente; nuevamente giré la cabeza para mirar a Rafael y me acordé de mi padre. ¿Qué diría si su hijo no podía soportar lo que él sí pudo? No me lo perdonaría nunca. Rafael, meneando la cabeza de un lado a otro, me pedía desesperadamente que no me fuera, mientras con su mirada me aseguraba que él se quedaría conmigo.

—¡SOLDADOS! —gritó el coronel—. Den un paso al frente los que han tomado la decisión de irse. ¡¡¡YA...!!!

Fue impresionante: más de seiscientos aspirantes a soldados levantaron su bota izquierda dando un paso al frente. Mi oportunidad se desvaneció delante de mis ojos. Todos aquellos que tomaron la decisión se marcharon inmediatamente a buscar sus pertenencias para irse de aquel lugar tan maldito.

Fuenmayor dio la segunda noticia a los mil cuatrocientos hombres que quedábamos en el patio.

—Como todos saben, este mes son las elecciones generales y vamos a necesitar cien soldados para que vayan de apoyo a los diferentes cuarteles militares durante unos cinco días; así que salen mañana por la mañana; cada comandante tendrá que elegir hoy mismo a diez de su pelotón para dar cumplimiento a esta noble misión.

LOS DEMONIOS DE MOIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora