Ian aparca el carro en la entrada de la casa y yo me apresuro a salir y recoger las bolsas. Desde que acepte entrar en su juego he estado evitando los momentos a solas lo más que puedo. En el supermercado he dividido la lista para no tener que buscar juntos por los pasillos y en el auto he encendido la radio para evitar cualquier conversación, aún así he sentido la mirada burlona de Ian durante todo el viaje de camino a casa.
- No vas a huir de mi siempre. - me dice abrazándome por detrás, rodeándome la cintura y pegándome a el.
- ¡Ian nos pueden ver! - chille tratando de separarme.
- ¿Y? Lo único que verían es a un primo abrazando a su prima. - susurra en mi oído.
- Un primo muy cariñoso - sonreí ante sus caricias con su nariz en mi cuello - ayudame con las bolsas, vago.
Entramos a la casa cargados de bolsas, mamá y Tía Lía corrieron a ayudarnos, y entre los cuatro llevamos las bolsas a la cocina. Ya había olor a galletas recién horneadas por toda la casa.
- Demoraron mucho - dijo Tía Lía.
- Lo siento mamá - se disculpo Ian. - Tu sabes cómo son las filas de supermercado en la caja. - Ian tomo una galleta de la bandeja.
- No seas glotón, espera que se enfrien - lo regaña tía Lía y el se va a la cocina riendo.
Las galletas me recuerdan a mi abuelo y ya que no lo veo por ninguna parte decidi preguntar.
- Mamá ¿Dónde está el abuelo?
- El está en el estudio, mi amor. Si no estoy mal debe de estar leyendo - mamá está picando las verduras y de pronto para y me mira - Sabes que su vista cada vez falla más y el doctor dijo que debería esforzarla tanto pero, nadie puede quitarle sus libros.
- Iré a verlo.
Antes de irme tomo un plato y depósito unas galletas, luego saco la leche y le vierto en dos vasos, pongo todo en una bandeja y con cuidado me dirijo al estudio de mi abuelo.
- Si Anabelle y tú siguen patrocinandole comer tanta azúcar luego no lo van a poder controlar. Se pone más hiperactivo que un niño de dos años - oigo que mi mamá me dice antes de abandonar la cocina.
El estudio está al fondo del primer piso, es una habitación grande con una biblioteca igual de grande. Muchos de esos libros son de mi abuelo, ya que antes el estudio era de el. Aún lo sigue utilizando para leer, pero lo ha cedido a mi padre para su trabajo.
Tocó levemente antes de entrar y escucho a mi abuelo murmurar algo que traduje como "pase". Entro y mi abuelo me regala una de esas cariñosas sonrisas que solo el sabe dar. Está sentado en el sillón con sus gafas puestas y un libro en la mano. Yo me acerco hasta la mesita del centro y desposito ahí la bandeja para luego sentarme en el reposa brazos de su sillón y besar su blanca cabeza.
- Veo que Anabelle no es mi única aliada - dice y alarga su mano derecha para agarrar una galleta.
- ¿Que estás haciendo abuelito? - le pregunto acariciando su cabecita.
- Leyendo uno de mis mejores libros. - me dice mientras moja su galleta en su leche.
- ¿Ah si? ¿Y como se llama? - le pregunto tratando de ver la portada del libro.
- "Amor en los tiempos de cólera" ¿Lo has leído, palomita? - me pregunta.
- No abuelito, no en realidad ¿De quien es?
- Es de un autor colombiano, Gabriel García Márquez, te recomiendo sus libros.
- Tal vez me lo lea, abuelito - tomo una galleta y me la como.
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Los juegos de mi primo | © |
ChickLitPROLOGO ¡Por dios! Sabía que estaba mal, que era peligroso y que si los demás se enteraban estaría en graves problemas. Estaba segura de que esto si iría derechito al infierno. Si mi abuela nos viera creo que volvería a morir del corazón. Pero ¿Cómo...