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Esa noche en la cabaña fue el comienzo de los mejores días con ella. Luego de clases íbamos a cualquier lugar que nos cruzara por la mente, desde los más básicos hasta los más descomunales , luego la llevaba a casa o volvíamos a la cabaña bajo cualquier pretexto a nuestros padres.
Quizá lo único que queríamos era una excusa para no ir a casa, pero en el fondo ambos sabíamos que ese era nuestro pretexto para un fin más simple, no queríamos separarnos.
Fuimos al cine, al parque, a la cafetería, a la heladería, e incluso alguna vez me invitó a su casa. Fuimos a lanzar rocas al lago, recorrimos calles estrechas cerca de el colegio, subimos al techo del centro comercial y nos sentamos en el borde a hablar de tonterías, fuimos a la ciudad un par de veces, entramos a una casa abandonada a la que Esteban y yo íbamos en busca de fantasmas de niños, trepamos un árbol he invadimos la pequeña casita que se encontraba en la cima, encontramos un listón rojo en el interior, amarró nuestro dedo meñique con un moñito sin dejar distancia, como en ese mito japonés del hilo rojo.
"Creí que cada meñique estaba atado a un extremo" "Debería, pero el nuestro es diferente ¿por qué? porque ya nos encontramos
Decir que me porte como un hombre varonil sería mentira, sentía que un aro de corazones flotaba sobre mi cabeza como en esos filtros de Snapchat y por un momento juré sentir mariposas, no solo dentro del estómago, sino por todo el cuerpo.
Las cosas eran impredecibles, un día estábamos sentados en los columpios del parque con la cabeza colgando y haciendo teorías de cómo sería un mundo invertido, al otro estábamos en el arcade de la ciudad compitiendo por puntuación, teníamos una relación basada en el amor más dulce y empalagoso, pero también fue crudo y real.
En una ocasión, subimos al puente más alto que encontramos y miramos a la gente conduciendo sus autos. Lucían despreocupados, sin saber que sobre ellos, parados en el puente, una pareja de jóvenes locos el uno por el otro los miraba tratando de adivinar a dónde se dirigían.
—Dentro de ese auto debe ir una señora lo suficientemente aburrida como para tener un auto amarillo—
—Seguro su casa es rosa pastel y huele a galletas recién horneadas— Concorde, Ruby río.—Su esposo es uno de esos que le lleva flores todos los días y van a misa cada domingo— Su risa aumentó, las luces de los autos iluminaban su rostro ante la oscuridad de la noche, y ella reía sonoramente como si aquello realmente hubiera sido gracioso. Era uno de esos momentos en los que deseabas tener una Polaroid y capturar el momento mientras lucía natural.
Eso fue lo que su risa duró, apenas un instante que hubiera deseado que permaneciera eterno, se recargo en los bordes del puente mirando a la nada.
Si, resultó ser un chiste, pero era uno personal que no entendí.
—¿Pasa algo?—
—No quiero ser ella—susurró—No quiero ser la aburrida mujer del auto amarillo—
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Fleeting
Teen FictionRuby Clifford llego a mi vida como una tempestad, provocó caos a su paso hasta hacerme perder la cordura. Fue la chispa que encendió la emoción en mi y acabó con la monotonía de mi existencia. Ella y sus brillantes ojos esmeralda se colaron bajó mi...