Ruby Clifford llego a mi vida como una tempestad, provocó caos a su paso hasta hacerme perder la cordura.
Fue la chispa que encendió la emoción en mi y acabó con la monotonía de mi existencia.
Ella y sus brillantes ojos esmeralda se colaron bajó mi...
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No volvió a pasar nada entre nosotros, ella actuaba como si no nos conociéramos, como si el mejor beso de mi vida sólo fuera producto de mi imaginación, una alucinación o un espejismo.
Algunas veces sonreía, me un guiñó y volvía a alejarse. ¿Cómo podía fingir que nada de eso pasó? ¿Cómo podía olvidarse de lo que sentimos? Yo no podía dormir pensando en ella, en lo que pudo ser luego de ese beso, pero ella simplemente me había olvidado.
Luego de unos días me forcé a olvidarla de la misma manera que ella lo hizo, era un fin de semana, casi se podría decir que lo estaba logrando pero cuando volví a tenerla a mi lado, ahí sentada durante la clase de literatura concentrada en analizar el final de la novela simplemente no pude, era estúpido querer olvidarla.
Estaba tan cerca y podía mirarla sin perder detalle, su concentración estaba completamente en aquel viejo y maltratado libro, en ese momento era inperturbable aislada en la inmensidad de sus pensamientos, su seño estaba fruncido y su cabello caía sobre uno de sus hombros iluminado con un rayo de sol que se colaba por la ventana haciendo parecer que resplandecía como el fuego mismo.
No podía renunciar a ella, pero tampoco aferrarme a un sentimiento que de a poco devoraba todo mi alrededor. Acababa de conocerla y ya no quería que se apartara, tenía un problema y con cada día que pasaba solo empeoraba.
¿Por qué tenía que actuar así? Primero dejaba que la besara luego me ignoraba, me sonreía y se alejaba, me miraba y se volteaba, me pedía que le enseñará más sobre literatura y luego pretendía que no fue así, si ella me miraba, si, pero cuando yo lo hacía me daba la espalda.
Me estaba volviendo loco, pero por alguna razón sus cambios de actitud me fascinaban y en vez de hacer que quisiera alejarme provocaban que rogara por una mirada más. Lidiar con la falta de interés que demostraba hacia mi realmente no era un gran problema, el problema fue cuando Esteban decidió que sería su nueva presa, lo conocía más que cualquier otra persona y sabía que no descansaría hasta tenerla entre sus "atléticos" brazos.
Cómo competir contra el jugador estrella de la escuela, el moreno había nacido para conquistar con su dentadura blanca como el mármol, su cabello tan alto como las montañas y sus ojos mieles que robaban más de un suspiro. En cambio yo, era tan solo un rubio aburrido del cual su única pasión era perder el tiempo escondido en una biblioteca pensando en una chica cuyo beso no recuerda.
Era feliz con mi patética vida de papel, era feliz siendo el segundo mejor, pero a hora no quería seguir siendo el segundo, ni tampoco me bastaba ser el primero, quería ser el único para ella, sin importar que hiciera siempre viviría a su sombra y en el mundo en el que vivo, eso no es suficiente. Si, yo tenía un beso olvidado, pero el en cuestión de tiempo tendría a la chica.
-David, David despierta- gritaron sobresaltándome.
- Lo siento entrenador -
- Escucha hijo, necesito jugadores en mi equipo, no zombies - suspiro - ambos sabemos que eres uno de los mejores, pero últimamente tu concentración no está en el balón-
- Lo entiendo, estaré alerta - asegure.
- No esperaba menos de ti, o y una cosa más, ¿Sabes dónde se metió Esteban? -
- No, ya tendría que estar aquí, el odia perderse el entrenamiento-
- Lo sé - concordó y luego le llamo a otro jugador para que buscará al moreno.
Al rato ambos llegaron, Esteban se aproximó a mí y cuando estuvo más cerca me di cuenta de que su expresión demostraba irá.
- Maldición, lo mataré - vocifero
- De que hablas, sucede algo - se notaba realmente tenso.
- Aarón, Aarón Losky sucede - se quejó furioso.
- El idiota con el que peleaste en el año pasado- cuestioné confundido.
- Ese mismo, el maldito encontró la manera de vengarse - gruñó
- A que te refieres - me intrigaba saberlo.
- Se entero de mi interés en Clifford - respondió.
- Que estás diciendo - al escuchar que se trataba de Rubí mi cuerpo se tensó.
