CAPÍTULO 25

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Erick contempló absorto todo lo que en el resto de las varias horas le desglosó Lucas; detalle a detalle, verso por verso

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Erick contempló absorto todo lo que en el resto de las varias horas le desglosó Lucas; detalle a detalle, verso por verso. En algunas partes de la trama soltaba carcajadas y en otras se frustraba por verse bloqueado ante una explicación bien explayada como para darle el beneficio de la duda. Empezó desde donde había tenido participación, justo cuando vinieron por él la gente de La Manada; adjuntó el episodio de su hermano, la verdad celosamente guardada de Iker y el bestial secreto que lo había estado incentivando hasta llegar a donde estaba. Esclareció tanto como pudo al mismo tiempo que dejó sobre la mesa que aún él mismo cargaba con muchas preguntas. Ambos muchachos se encontraban tirados en el piso, sentados a sus anchas, ignorando incluso al hombre que manejaba el barco, igual a que si este fuera invisible.

Como era de esperarse, Erick, a pesar de haber visto, le fue arduo el trabajo de confiar en tan colorida historia.

―Y yo creí que mi vida era complicada ―profirió con un dejo de sarcasmo.

―Pero es enserio ―reiteró Lucas―, todo lo que te he dicho es real. Tú lo acabas de ver.

Y Erick se quedó absorto, callado ante semejante aseveración.

―¿Quieres que te enseñe otra vez? ―insistió Lucas.

―¿Por qué no lo haces con los contenedores entonces? ―acuñó diligente―. Tiramos así dos pájaros de un tiro.

―No te apures ―lo tranquilizó este―, quedarán libres en tanto deshaga la cadena. Nomás necesito saber cómo.

―¿O sea que Iker te mandó a la guerra sin fusil?

―Pues me dijo: «regresa lo que haya sido quitado para conseguir el fin de la cadena...». Guau, no puedo creer que me lo haya grabado.

―Pinche Iker, ¿y eso qué significa?

Antes si quiera de que terminara su frase, Lucas ya estaba sacándose el libro de Augusto del interior del traje de su amigo. Por mientras, sintió un poco de temor al ver cómo este lo atravesaba con la mirada al haber profanado su tan preciada vestimenta.

―Debe estar aquí, en la sección de reglas ―manifestó el muchacho mientras hojeaba.

―¡Ah! ¡Entonces hay reglas! ―le sonrió cual persona incrédula.

―Sí, y según esto, puede haber más. Por cierto, ¿no lo quieres tocar? ―sugirió Lucas al percatarse de que no le quitaba también la mirada al cristal, con la mala intención reusándose a dejarla pasar.

Erick, víctima de la curiosidad y cautivado por el color tan llamativo del objeto, estiró la mano como un mosquito que se acerca a la luz de una lámpara... El resultado fue el previsto.

―¡Ah, idiota! ―exclamó, retirando la mano de inmediato por el choque de energía que contundió en sus dedos.

Lucas rio complacido.

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