soy un caballo.

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Sé muy bien que me quieres mucho.

Me acaricias, me traes hierba, azúcar y pedazos de pan.

Me gusta la hierba, me gusta el azúcar, me gusta el pan.

Y me gustan más que nada tus caricias.

Cuando lo haces, cuando pasas tus manos por mi cuello o por mi cabeza,

Me recorren estremecimientos de placer.

Debes de creer que cuando me acaricias siento las caricias de una niña,

Pero te equivocas.

Cuando me acaricias no pienso en ti, si no rn mi madre.

Haces que mi mente se llene de su recuerdo.

Las madres acaricisn a los potros también,

Y a mí me separaron muy pronto de ella.

Solo me queda su recuerdo.

Me acuerdo muy bien de esa parte de mi vida.

Todo se repite, despacio, en mi mente.

Vivíamos en un prado muy grande, rodeado por una valla de madera.

Habí montones de paja en el suelo, y agua abundante.

Además de mi madre había otras yeguas y varios potros, y un caballo.

Era muy alto, muy fuerte; sus relinchos y gañidos,

Sus gestos y sus olores eran muy fuertes.

Aquel caballo me causaban un enorme respeto y admiración.

Soñaba con ser como el.