Día del incidente.Carl.
Estoy bailando con una linda morena pero ni siquiera sé su nombre. Ella se pega más a mí con sensualidad y no dejo pasar la oportunidad. La música está muy alta por lo que no me esfuerzo en entablar una conversación con ella y agradezco que ella tampoco tenga la intención de hacerlo.
Estamos disfrutando del momento cuando, de repente, me da sed. Me disculpo con ella para retirarme un momento, la escucho protestar pero ya me he alejado. Entro a la cocina, me sirvo un vaso de agua de la pluma y disfruto la sensación del líquido entrando a mi organismo.
¿Qué tan ebrio debo estar para encontrar placer en algo tan trivial como beber agua? Tal vez lo necesario.
Miro el reloj en la pared que marcan la una de la madrugada. Ni siquiera sentí cuando pasaron las horas.
Recuerdo que Megan nunca me llamó para avisarme que se iría, quizá decidió quedarse, por fin. Igual, iré a verificar que esté por ahí.
Miro mi teléfono y veo siete llamadas perdidas de papá
«Déjame en paz» pienso.
Hay un par de mensajes en bandeja pero no los ignoro.
Él nunca fue un buen padre tanto para Megan como para mí. Cree que con tenernos viviendo en una gran casa, lujos y viajes ahora, compensa los años en los que lo único que recibía de él eran desprecios y maltratos.
Mamá me cuenta que cuando tenía casi dos años y Megan nació, fue casi automática la responsabilidad que demostraba por protegerla, era como si quisiera meterla en una caja de cristal y que nadie le hiciera daño. Cuando crecimos y papá estaba enojado al llegar a casa por un mal día, yo, con la necesidad de protegerla, le decía a Megan que se escondiera en el cuarto, que me encargaría de papá, y así era en parte, porque cualquiera que fuera la manera en que quisiera desahogar su rabia, yo sería quien lo recibiría y no mi hermana menor. En más de una ocasión me golpeó pero nunca me permití llorar, no delante de él que ni siquiera merecía mis lágrimas. Mamá varias veces quiso intervenir pero él no se lo permitía, una vez hasta la encerró en su oficina.
Con los años, las cosas han mejorado un poco pero en mi mente siguen palpitando los horribles recuerdos de Megan curando mis moretones, y mi cuerpo da testimonio de ello, porque cada cicatriz cuenta la historia de un niño que era maltratado por un padre abusador.
Nunca me fui de casa por mi hermana y mamá, aunque ganas no me faltaron. Lastimosamente, no tenía suficiente dinero para sacarlas a vivir a otra ciudad donde estuvieran fuera del alcance de él, yo solo era un niño y luego un adolescente con el corazón lleno de rencor, indefenso y vulnerable. Cuando cumplí quince años, papá ya no me golpeaba, la situación aparentemente había cambiado para bien porque la empresa estaba teniendo un auge repentino en el mercado, pero sus gestos y palabras seguían lastimando mi autoestima.
Un compañero se tropieza conmigo y me hace salir de mi ensimismamiento, este se disculpa y sigue su camino. Me dirijo a buscar a Megan entre la multitud.
Es extraño, incluso nuevo, para mí tener que buscar a mi hermana menor en una fiesta. No me malinterpreten, ella es libre hacer lo que quiera y es muy responsable, pero este no es el tipo de lugar en el que ella se desenvuelve. Ella prefiere estar en casa con unas barras de chocolate en las manos, frente al televisor haciendo maratón de las sitcoms que tanto le gustan.
Paso por un espejo y aprovecho para observar mi apariencia: alto, un poco fornido, cabello castaño, ligeramente largo, mandíbula envidiable. No es por ser egocéntrico pero tengo que decirlo: soy el verdadero «quien pudiera».
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Perseguida [Escribiendo]
Mystery / ThrillerMegan no tenía ni idea de lo caótica y agonizante que se convertiría su vida desde la noche de la sospechosa desaparición de su hermano Carl. ¿Y lo peor? Llegar al fondo del problema podría desatar una cascada de verdades acerca de su incógnito pas...