Capítulo 6

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Ni siquiera sé cómo llegué a casa anoche. Solo recuerdo haber llamado a Camille para encontrarnos hoy, el resto está borroso en mi mente, me sentía aturdida por aquel video.

Deslizo mis piernas dentro de los jeans y subo el cierre. Me calzo y tomo mi celular del escritorio para bajar las escaleras sin mucho ánimo y entrar a la cocina donde me encuentro a mis padres desayunando. Hace mucho que esto no sucede, me produce una sensación cálida en el pecho que enseguida se convierte en un nudo, recordando la razón: Carl está desaparecido. Me acerco a la isla donde ellos están y hablo:

—Hola.

—¿No tienes clase hoy? —cuestiona papá, cortante.

Quiero responder pero mamá se adelanta.

—Buenos días, Megan. —Le da una mirada de pocos amigos a papá—. No creo que se sienta bien para ir al instituto, Richard.

Papá me mira con los ojos entrecerrados, como si escondiera algo. Me encojo de hombros.

—De hecho, iré a casa de Tara a hacer unos trabajos que tengo pendientes. No reprobaré ninguna materia, si es eso lo que te preocupa —miento. He quedado con Daniel, Tara y Camille para contarles todo.

No puedo creer que eso sea lo que más le importa ahora, como si su hijo no estuviera desaparecido.

—Como sea. Vete antes de que se te haga tarde.

Mamá me mira con los labios fruncidos, dándose por vencida con la actitud de papá. Le doy una sonrisa para tranquilizarla y me siento a desayunar. Alguien toca el timbre. ¿Esperamos alguna visita?

Papá se levanta dejándonos a mamá y a mí solas.

—¿Cómo estás?

La miro, sin entender muy bien su pregunta.

—¿Uhm? —Mastico

—¿Cómo estás con todo esto?

—No lo sé, mamá. Igual que tú, desesperada, sin tener mucha idea de qué hacer.

Pasa una de sus manos por su cabello desordenado que tiene una que otra cana. Sus ojos tienen ojeras y sus labios lucen muy resecos. Es extraño verla así, ella siempre tiene un aspecto de pulcritud.

—Así es. Lamento la actitud de tu padre, ya sabes que de por sí es bastante... testarudo.

—No siempre tienes que cubrir sus errores. Al final del día eres tú quien paga los platos rotos.

—Megan...

—Megan nada, mamá —corto—. Estoy harta de tener que lidiar con la impotencia de ver cómo dejas que él te haga daño y luego quiera arreglarlo todo con palabras dulces. No es justo para ti.

—¿Y crees que no lo sé? —habla casi en un susurro para que nadie más escuche, aunque estamos solas—. Megan, ahora no lo entiendes, pero si yo no me separo de él es porque los amo, a ti y a Carl.

—Pero no tienes que seguir con él, no tiene sentido. Tienes suficiente dinero para independizarte e irte de su lado. —Me acerco a ella y meto un mechón de cabello detrás de su oreja—. No tienes que sufrir más. Vámonos de aquí, mamá.

—No es tan sencillo, Meg —pausa y cambia su expresión, como si recordara algo—. ¿Has estado tomando tus me...?

—¡Martha! ¡Megan! —escuchamos gritar a papá desde la sala.

Mamá y yo nos miramos y salimos a ver qué pasa. En la sala hay vecinos con flores en las manos, sus vestimentas son mayormente de tonos pasteles. Los ojos de todos están llenos de compasión. No entiendo el motivo de la visita.

Perseguida [Escribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora