Capítulo 6

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Lean con atención 👀

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Lean con atención 👀

Al acecho

Mi yo antigua se me burla en la cara por quejarme tanto de “Mi monótona vida” Ahora diese de todo por dejar atrás este miedo que me consume día tras día y volver a ser una chica de paz, otra vez.

   Hoy la madre de Ann le había dicho que iría a la escuela y mi mamá me preguntó si estaba lista para reincorporarme, asentí. No podía dejar a Ann desamparada.

 Justo ahora me encontraba esperando por mi amiga, recostada a la verja mientras veía como la gélida brisa movía algunas de las flores. Alguien sacude ligeramente la cerca, ocasionándome un susto.

—¡Soy yo! ¡Soy yo!— La voz de Ann me tranquiliza un poco, pero no detuvo el surgimiento de mi ogro verbal.

—¿Tú eres estúpida?— Vocifero, sorprendiéndola.

—¡Alexandra!— Mi madre me regaña. Quizás sonó más grosero de lo que pretendía.

 Intenté regular mi respiración, apretando mi pecho con una mano.

—Lo siento, Alexa— Me da una mirada triste que logró disolver mi molestia...

—Como sea—...no completamente.

 Nos encaminamos a la escuela, en silencio. Incómodo. Ann me mira de vez en vez por el rabillo del ojo, yo pretendo ignorarla. No es momento para andar asustando a uno, ya he tenido suficiente dosis de eso, gracias.

Clava su vista en el suelo y suelto un sonoro suspiro antes de hablar.

—Lo siento— Posa sus orbes en mí— Pero no pude reaccionar diferente, no cuando tengo a un asesino suspirando en mi oído— Me restriego la cara en señal de frustración.

—Es respirándome en la nuca— Bajo las manos de mi cara, mirándola con el entrecejo fruncido.

—¿Qué?— Vuelve a prestarme atención.

—Es respirándome en la nuca, no suspirando en mi oído— Me corrige y la miré incrédula.

—¿En serio? Te pido disculpas y tú sólo te fijas en eso. Estoy hablando de mi propio dicho —Espeto, cruzándome de brazos.

—No, no, yo sí te atendí y te disculpo, sí, claro que te disculpo y tú perdóname a mí, ¿me perdonas?— Balbucea sonriendo. Finalmente, le paso un brazo por los hombros.

—Te perdono— Asiento y ella sonríe. Una rama cruje tras nosotras y es cuestión de segundos para que nos atrape la histeria.

—¡Ah!— Corrimos como dos desquiciadas cuando de pronto, unos ladridos se escucharon y entonces nuestra velocidad aumentó. Admito que soy pésima deportista, en cambio Ann corre a mil kilómetros por ahora.

—¡Corre por tu vida!—Me grita riendo, parece un poco agitada mientras que yo estoy a punto de desfallecer.

 Corrimos tanto que juro que podía haber atravesado una frontera con la distancia que recorrimos. Finalmente, cruzamos los portones de la escuela y al parecer el montón de jóvenes espantó al perro, quien simplemente se giró y se fue.

ALEXANDRA PIMENOVADonde viven las historias. Descúbrelo ahora