Capítulo 1

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       Alexandra

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       Alexandra

 —Alexa, aún queda polvo— Señala  mi madre.

—Ya casi termino— Le grito en respuesta  y salgo a sacudir la alfombra.

 Comparto miradas con una vecina que me conoce desde la cuna,porque sí, este pueblo campestre es nuestro, literalmente. Nadie conoce de su existencia exceptuando a algunos turistas perdidos y casos así, pero los asusta tanto él aura de soledad que reina en las calles, que terminan comparándolo con alguna película de terror, por lo que no duran más de medio minuto aquí.

 La verdad es que éso no puede estar más alejado de la realidad. Teniendo en cuenta que la población se compone mayoritariamente de policías y convictos retirados, la paz reina en cada rincón de este lugar.

¿Les digo algo?

 A pesar de ser pocos los habitantes de este pueblo, puedo contar con una mano los vecinos que podemos considerar amigos. 

  Supongo que sea porque como la mayoría de las familias tienen miembros que vienen de prisión, acostumbran a ser desconfiados. Sólo guardamos relación con los Gilbert, los Grayson, las Peters y bueno, alguna otras familias que se caractericen por ser sociables.

 Mamá nunca ha temido porque los vecinos nos vayan a apuñalar o algo así, ella siempre dice que “Al enemigo hay que tenerlo cerca” , y pues hasta yo ya comparto ese pensamiento.

  Sigo con la tarea de limpiar el frente de nuestra casa cuando siento el pequeño timbre de la verja sonar.

—¿Esperas visita?— Pregunta mamá con el entrecejo fruncido, saliendo a ver de quién se trata.

—Pues no, la verdad— Hago una mueca desconcertada por el timbre, odio recibir visitas cuando estoy limpiando.

—¡Alexa! ¡Alexa por favor! ¡Por favor, te lo ruego abre ya!— Los gritos de mi mejor amiga inundaron el lugar cuando comenzó a golpear la verja como si su vida dependiera de ello.

—Al parecer si esperabas— Comenta mi madre volviendo a lo suyo mientras yo me dirijo a recibir a mi amiga.

—Chica, un día alguien te buscará un psicólogo— Bromeo ya cerca de ella.

—¿Psicólogo? No es mi culpa, cada día está más rechoncho y asusta más, es un ser peligroso y no quieren hacerme caso— Advierte digustada mientras entra casi corriendo a nuestra casa.

—Algún día te denunciará. ¡Deja de acosarla!— Uso mi tono autoritario para regañar al ser tierno y peludo que atemoriza a mi amiga— Shuuu— Lo espanto con la escoba y se va soltando un gruñido.

 Aseguro la verja y entro a ver a mi traumada amiga que ha de estar asustando a mi mamá con sus historias de terror de ataques de animales.

—...Y sólo encontraron sus restos— Concluye para cuando entro.— ¿Lo espantaste?— pregunta cuando me ve.

ALEXANDRA PIMENOVADonde viven las historias. Descúbrelo ahora