Cap 8: Esto es una locura

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Habían pasado 3 días desde la fiesta y ni ayer ni hoy había ido al instituto. He estado fingiendo tener algún tipo de virus del estómago como excusa para quedarme en casa. El no haber faltado a clase ni estando resfriada, beneficiaba que mis padres me creyeran. También contribuía el hecho de que no solían indagar mucho en lo que me ocurre.

Sin embargo, sabía que en algún momento tendría que volver. Quizás podría volver a librarme mañana, pero pasado ya sería demasiado cantoso. Y, aunque mis padres no eran de prestarme demasiada atención, aquello sí que les haría levantar la vista para mirarme.

Estos tres días he seguido el consejo de Rosé de silenciar el grupo de clase y no entrar a leer los mensajes. El problema, es que también habían comenzado a venirme por privado para soltar comentarios que, aunque intentaba ignorar, me estaban afectando. Hacía todo lo posible para no leer nada, pero a veces era imposible. Supongo que también el hecho de tener la esperanza de recibir algún mensaje de Rosé, me obligaban a estar atenta al móvil.

Hablando de ella, no me había vuelto a hablar desde que el domingo me trajo a casa. Hubiera deseado pasar más tiempo con ella, pero según me dijo vagamente, estaría ocupada. Quizás por eso no me había hablado. Aunque cuando pensaba en ello, me decía a mí misma que no tenía ningún motivo para hablarme. Ni que fuéramos amigas.

Pero, ¿qué éramos? Ni siquiera sabía si existía un nombre para un tipo de relación como esa. Y así era cómo había pasado estos días. Tumbada en la cama, mirando el techo y pensando en cosas tan insignificantes como estas. Aunque, entre tantos pensamientos negativos que disminuían mi autoestima, había recuerdos de mis dos encuentros con ella. Maravillosos recuerdos, donde aquellas sensaciones seguían muy vívidas en mi mente. Ahora mismo, esas imágenes, las cuales se vuelven tan irreales cuando estoy lejos de ella, eran lo que me mantenían a flote.

De pronto, sentí una pequeña vibración sobre mi pecho, era mi móvil. Suspiré. ¿Otra persona que había decidido venir a molestarme? Ya tenía silenciadas a cerca de 20. Pero no, lo que vi en ese momento, me devolvió todas las ganas de vivir.

Chaeyoung (Rosé)

¿Puedo llamarte un momento?

Rápidamente respondí de forma afirmativa. Aquello me distraería de todo. Era increíble que con tan solo una frase había conseguido que un poco de alegría apareciera en mí. Quería llamarme, querría saber cómo estoy. Eso era todo lo que necesitaba en ese momento. Lo que jamás esperaría fuera que, una simple llamada, cambiaría tanto mi vida.

―Voy a ser directa. Aunque quizás esto vaya a ser demasiado directo, pero te prometo que te lo explicaré todo. ―Ni siquiera me había dejado musitar un ''hola''. Su voz sonaba distinta, no conseguía distinguir el sentimiento que había detrás, ¿enfado?, ¿tristeza?, ¿desesperación? ¿Todo junto?― Quiero que te vengas conmigo unos meses.

Creo que el no haber salido de mi cama durante unos días y el estar totalmente de bajón me estaban produciendo alucinaciones.

―¿Contigo...? ¿A dónde? ¿Cómo que unos meses?

Escuché un suspiro al otro lado de la línea.

―Mira... ―Su voz sonaba muy cansada y frustrada.― Se que parece una locura. Pero necesito irme durante un tiempo. A donde sea. Y quería que tú vinieras conmigo.

―Pero...tengo el instituto. ―Se me cortó la voz en esa última palabra. El instituto. Solo el pensar en volver allí, para aguantar todas las burlas que me esperaban, todas esas miradas, todos los cuchicheos, me daban unas ganas de vomitar enormes. No quería volver allí.

―Lo sé. Mira, Mina, mi amiga que estuvo en el bar conmigo, es muy buena falsificando. Le podría pedir que te hiciera un documento como probando que....Yo que sé, te han dado una beca para estudiar en algún proyecto extraño.

¿De verdad esta conversación estaba teniendo lugar?

―Pero...

―Te prometo que volverías para los exámenes de acceso a la universidad. Y mira, Jeehun, mi otro amigo, da clases particulares a estudiantes de tu año. Podría pedirle que te ayude. Incluso yo me acuerdo de varias cosas.

¿De verdad que no me había quedado dormida o golpeado la cabeza con el escritorio? Seguramente sería eso. Me habría quedado dormida, habría hecho una croqueta demasiado larga y paf. Inconsciente. Eso lo explicaría todo. ¿No?

―Por favor, sé que ahora mismo nada de esto tiene sentido. Pero ven conmigo, por favor. Esto no podía ser real. Definitivamente debía de estar durmiendo. No tenía sentido, ¿cómo iba a dejar de ir al instituto? Sin más. Y aunque era consciente de que aquello no podía ser, las palabras salieron de mi boca sin pretenderlo. Era como si ni siquiera yo las hubiera pronunciado.

―Vale. Iré contigo.

Debía de estar durmiendo, no había ninguna duda.

Pero no lo estaba. Todo ocurrió demasiado rápido, y para añadir más leña a este sin sentido, su plan estaba saliendo perfecto. Como dijo, su amiga Mina redactó una carta aun más creíble que si hubiera sido auténtica. Mis padres, sorprendentemente, se alegraron por esta gran oportunidad que se me había presentado, si tan siquiera supieran...Incluso los profesores se alegraron, no quería fijarme en el hecho de que mucho más que mis padres, pero cómo no darte cuenta de algo que te persigue.

Así que ahí estaba. Con la maleta preparada en la entrada de mi casa esperando a que Rosé apareciera. ¿A dónde íbamos a ir? Creo que ni la propietaria del coche tenía la menor idea. De verdad, no se qué le habría pasado esos días en los que no habíamos hablado, pero tenía que ser gordo para llevarla a hacer algo así.

―¿Me vas a contar qué te ha hecho querer irte por ahí conmigo? ―Llevábamos un rato de camino y aún no me había dado explicaciones de nada. Al igual que por teléfono, en persona estaba distinta. Parecía ausente.

―Te prometo que te lo contaré, pero más adelante.

―Pero...¿Por qué yo? Podrías haberte ido con tus amigos.

Hubo un largo momento en silencio, el suficiente para pensar que no me respondería.

―No lo sé. ―Notó en mi reacción que su explicación no era del todo aceptada.― No me apetecía estar sola, pero tú eras la única persona con la que me apetecía estar.

Ahora la que se había quedado totalmente en silencio era yo. No era consciente de si me había sonrojado o no, solo sabía que mi corazón latía con fuerza. Que ese sentimiento en mi barriga volvía a aparecer. Esta vez, no fue un silencio incómodo. Estaba disfrutando de estar a su lado, mientras veía los árboles pasar por la ventanilla. De alguna manera inexplicable sabía que ella también estaba disfrutando.

Más adelante comenzamos a hablar de diferentes cosas, había muchas veces que nos volvíamos a quedar en silencio, pero disfrutábamos de esos momentos tanto como el resto. Me acababa de fugar con una chica, mayor que yo, que acababa de conocer, y a la cual conocía porque había contratado para que se acostara conmigo.

Mi vida cada vez se volvía más y más absurda. Pero me sentía feliz, me sentía más feliz de lo que había estado en años.

Nos detuvimos un par de veces para comer y tomar algo, o simplemente estirar un poco las piernas. Finalmente llegamos a un hotel. Realmente pensaba que ni ella sabía a dónde íbamos, pero la habitación había sido reservada con antelación. Le ayudé a subir las maletas. Yo solo llevaba una pequeña con algunas mudas, ya que no tenía ni idea de qué podría necesitar. Sin embargo, ella llevaba dos maletas. ¿Todo eso sería ropa?

Pues no, todo no era ropa. Yo me había apuntado sin saber la razón, ni preguntarme el qué íbamos a hacer fuera de nuestras casas, pero parecía que ella lo tenía muy claro.

―Vamos a jugar a un juego. A continuación, mi vista se tornó negra a causa de la venda que había puesto sobre mis ojos.

You're my doom - [adaptación Chaennie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora