La mejor Familia

Capítulo 32

Por mucho que en mi mente hubiera dormido cerca de dos horas en el mundo real fueron solo dos segundos, ante aquel cortísimo descanso contuve un suspiro agotado que amenazo con salir de mi boca, viendo que Syr o Freya, sigo sin saber como llamarla, sonrió de la misma manera que siempre, entendí que mi rostro seguía siendo el mismo, sin embargo, en esta ocasión, por alguna razón, su sonrisa ocultaba una mueca, mueca que debía indicar que trataba de entender algo, seguramente el hecho de que parecía tan "galante", comienzo a acostumbrarme a esa palabra.

Evite parpadear en reiteradas ocasiones cuando mi mente volvió a hacer que viera el rostro de otra persona, ahora estoy viendo a Ryuu-san, no pude contener la sonrisa que apareció en mi rostro y ante eso, simplemente seguí con el plan ante los ojos de los miembros de la Familia Freya que tenían claros deseos de matarme por estar con su diosa, ignore las miradas con intensión asesina mientras bajaba de la carroza y extendía mi mano a la ahora elfa de cabello mientras daba una verdadera sonrisa galante, no solo la practicada con Hedin-san, cosa que hizo aparecer un sonrojo, en verdad quiero dormir un rato, no puedo pasármela todo el tiempo viendo el rostro de las personas que me importan.

-Este lugar... - ella dijo con asombro.

-Busque cosas que pudieran gustarte y de casualidad escuche que una chica de cabello plateado viene de manera seguida a este lugar - claramente estaba mintiendo, fue Hedin el que me contó sobre estos niños - ¿Conoces a esa chica de cabello plateado? Me gustaría conocerla.

-Mou, Bell-san, estás siendo malo - ella se quejó teniendo una sonrisa, ya estaba forzando mi mente para ver a la chica.

A pesar de su queja dio una sonrisa genuina, cosa que me hizo parpadear luego de que ella comenzará a caminar, mi cuerpo se movió por instinto y con Syr, como la llamaré con su apariencia actual, sujetando mi mano camine sin dejar ver ninguna de mis preocupaciones frente a la chica y sus decenas de guardaespaldas, incluso si ocultaban sus presencias las miradas clavadas en mi nuca nunca pasarían desapercibidas.

-Miren, es el chico, no mintió - uno de los niños del orfanato dijo con sorpresa y alegría.

-Y trajo a Syr nee-chan - esta vez una niña complemento con la misma alegría.

Tendría que haberme aprendido sus nombres cuando me los dijeron ayer, pero teniendo en cuenta que tengo el presentimiento de que habrá una cacería de conejo la cual por alguna razón creo que va a empezar hoy, rechacé la cerveza que los niños me ofrecieron con sonrisas un poco malvadas, no era una buena idea que me emborrachara, el hecho de no recordar que ocurrió esa noche, que problemático.

-Bell ¿nii-chan? - una niña se acercó, llamándome con un honorifico que no sabía si era el indicado.

- ¿Sí? - pregunte no logrando recordar su nombre.

-Syr nee-chan lleva ropa de guerra debajo de la que tiene puesta.

La sonrisa con la que dijo eso provocó que parpadeara varias veces al no esperarme algo como eso, ni siquiera iba a preguntar a que se refería, me resultaba bastante claro a que se estaba refiriendo y la verdad, por alguna razón, tengo el presentimiento de que algo referente a eso va a ocurrir, cosa que no se si sea buena o mala, no, seguramente sea mala, tanto el negarme como aceptar, ante mis ojos, cualquier decisión que tomará en la situación en la que me encontraba sería un problema, aceptar, negar, si tan solo hubiera una opción media que no provocará más problemas que soluciones.

- ¿Bailamos? - pregunte extendiendo mi mano hacia la chica, cuyos ojos se abrieron de par en par.

"No sé bailar" fue una de las cosas que le admití a Hedin durante el tiempo que estuve practicando mi postura delante del espejo, como resulta obvio, él se hizo cargo, no, no bailamos, es un elfo, que lo tocará debía significar la mayor deshonra para él, en cambio, con silenciosos pasos y fluidos movimientos que en cierto punto me recordaron al modo de lucha de Ryuu-san me mostró como debía bailar un caballero que no quería avergonzar a su damisela, fue algo que aplique en el calabozo con cada trampa que preparaba para los grupos de aventureros que tuvieran chicas.