Capítulo 4

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¿Cómo podría odiarla si es casi un ángel?

Es la única pregunta que rondó por mi cabeza durante cada segundo que pasé cerca de Ginny. Es linda, demasiado la verdad. Su cabello rojizo hace juego con su piel limpia, pálida, con pecas; sus labios resaltando sobre esos blancos dientes perfectamente alineados.

Su personalidad congeniaba con alguien que merecía estar con Harry. Tan atenta, graciosa, el carisma se veía en el brillo de sus ojos pardos. Los ojos de Ginny son muy lindos, a Harry le gustan mucho.

No esperaba verlos, pero ese día en particular decidí salir a dar una vuelta por el aburrimiento en mi habitación, incluso, pensé en llamar a Blaise por si tenía ganas de pasar un buen rato conmigo.

Una asquerosidad, estoy seguro me sentiría peor de hacerlo. El punto era relajarme, por lo que no se me ocurrió mejor idea que ir a aquel sitio que frecuentaba con Harry. Una mala decisión, tal vez, ir allí solamente me recordaría la felicidad que tenía antes de la catástrofe.

Fue la peor idea del día, mucho más terrible que haber elegido ese jugo de arándanos en el desayuno.

Verlos ahí me causó náuseas, los celos eran tan intensos que quería ir y gritarles que no podían ensuciar ese lugar con su asqueroso amor. Una mierda, Potter, ¿en serio tuviste que traerla aquí?

Potter... 

¿Cuándo volví a decirte así?

Mi pecho se apretaba, viendo a lo lejos, observando con los pedazos de mi corazón pegado con cinta adhesiva cayéndose.

Harry se ve feliz ahí con ella, rodeándola por los hombros, hablándole cerca del oído. ¿Qué estará diciéndole? Seguro algo gracioso por la manera en que Ginny se contagió de la sonrisa.

Ella tenía puesto ese suéter rojo, el mismo que esa vez cubrió mi cuerpo. Espero que mi perfume siga en él. ¿Le habrá dicho lo mismo que a mí?

Harry, ¿le dijiste que luce mejor que tú? ¿Que yo?

Demasiadas dudas que incrementaban una gran inseguridad. Claro que Ginny era preciosa, luciría bien aunque una bolsa tuviera encima. En cambio yo, no lo sé, creí ser lindo cuando Harry me lo dijo.

Minutos más tarde, mi presencia dejó de ser ajena para el par de enamorados. No se me ocurrió nada para excusarme, no pude escaparme para irme lejos mientras que le marcaba a Blaise.

Y esto es solamente un relato superficial de lo que sucedió, algo que me tiene pensativo mirando a la nada en mi habitación. 

Pero podemos especificar un poco, claro, vayamos a esa parte de la tarde en que ya eran casi las ocho, comenzaba a oscurecer y ya quería irme a casa. No diré que la pasé como el violinista entre ellos, porque Harry se encargó de no hacerme sentir un mal tercio.

Sentí su atención en mí, alterándome, acelerando mi corazón cada vez que se acercaba a mi oído a preguntarme cómo era que me sentía. Dios, el calor en mi rostro era infernal cuando lo tuve tan cerca.

No quería arruinar nada, pero quería irme, detalle que Harry notó. Estaba cansado, triste, no tenía tanto ánimo después de ese debate que tuve conmigo mismo al darme cuenta de lo bien que iban juntos.

Estaba entrando a la etapa siguiente de la superación, aquella que es complicada después de la negación. Tenía que aceptar que ellos eran novios, salían juntos, se querían.

No digo que, oh, sí, bien, ya lo he aceptado, porque no es así. Estoy en algo así como el primer escalón, siquiera eso, los estoy visualizando de lejos mientras calculo cuántos son.

HeatherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora