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Antes de leer quiero aclarar que esta historia no me pertenece, es un pequeño relato que leí hace mucho en Facebook, modifiqué y agregué algunas cosas, entre ellas, el tema del ship. Sin más que comentar, pueden iniciar a leer.
Imagen diseñada por @ReniaGlo (On twitter).
Fue hace varios siglos atrás cuando todo comenzó, la historia entre un ángel y una maldición que se entregaron por amor.
Todo ocurrió en un pequeño pueblo rústico que se encontraba a mitad de la nada, no tenía gracia pero las fiestas tradicionales nunca faltaban, la música de los instrumentos llegaban a los oídos de todo aquel que estuviera a kilómetros de la plaza.
Lejos del lugar se ubicaba el bosque de los pinos, llamado así por la variedad que había y lo destacable de su altura; árboles de troncos fuertes y un olor que te hacía recordar la época navideña permanentemente.
Aquel bosque estaba sobre la colina más alta de una montaña, ubicado perfectamente para poder observar y escuchar el estruendoso sonido de los instrumentos, sin interrupciones.
Cada noche, cuando el velo negro cubría con su manto al cielo y las farolas brindaban de su luz al pueblo, era la señal que el curioso ángel esperaba para poder bajar de su mundo y presenciar, desde lo alto, las fiestas que se organizaban.
No tiene idea desde cuando nació ese sentimiento por conocer más de sus festividades, sólo recuerda que un día habló con sus superiores y estos, no muy convencidos, lo dejaron ir y venir al mundo humano con la condición de que no mostraría sus alas.
No supo cuantas veces les dió las gracias por haber cumplido su petición, pero pensó que no eran suficientes.
Para Megumi aquellos eventos que eran adornados por colorines banderines y globos de helio le hacían sentir de lo más feliz, emocionado. La banda sonora era lo que más le atraía, era tan pegajosa la melodía que hacía que los humanos se levantaran de sus sillas para dirigirse a la pista y mover su cuerpo al son del ritmo, mientras ellos bailaban de pie, Megumi sacudía su cabeza de un lado a otro conforme la canción sonaba.
Aunque estuviera en lo alto, podía notar las enormes sonrisas plasmadas en sus rostros, se divertían.
El azabache apretó sus labios con fuerza, calmando su ansiedad por bajar al punto de reunión donde se llevaba a cabo el baile. Megumi moría de ganas por participar en alguno de ellos, pero al no poder ocultar sus bellas alas blancas prefería observar el pueblo de las sombras del bosque, esperando, como cada noche, a que la música diera su inicio y comenzara a bailar entre la soledad de los altos árboles.
Siempre imaginó que su presencia era la única en ese lugar.
Grata fue su sorpresa cuando fue descubierto por una maldición, un príncipe de cabellos rosas y una sádica mirada escarlatina que controlaban tu mente hasta meterte en su libertino juego, era atractivo, una belleza que no fue opacada ni por esas delgadas líneas negras que cubrían ciertas partes de su rostro.
Sukuna Ryomen era el nombre que se le brindó al ser maligno, quien también visitaba la tierra en busca de una diversión diferente a la del ángel. El pelirosa tenía varias noches observando al azabache bailar, oculto detrás de los arbustos, le parecía gracioso y a la vez muy hermoso.
No pudo reprimir las ganas de poder ver ese pulcro e inocente rostro más de cerca, que tres noches después, por fin salió de su escondite e hizo acto de presencia frente a él, confensándole que tenía tiempo que lo observaba desde la penumbra y preguntándole la razón por la cual se encontraba en la tierra.
Si bien le eran indiferente aquellos pájaros con vestidos blancos, tenía entendido que sus reglas eran más estrictas y que el contacto con el mundo humano estaba en esa lista, no así como ellos que podían hacer y deshacer a su gusto, sin la culpa carcomiendo de su carente tacto.
El azabache, tímidamente, le respondió que amaba las fiestas que organizaban, pero que al no poder participar en ninguna de ellas permanecía oculto para admirar de lejos y no desobedecer la condición que se le había impuesto por sus superiores.
Sukuna lo analizó, no supo el porqué, pero algo, en el abismo de su interior, se movió al ver el triste rostro del ángel, sus llamativos luceros se habían consumido, dejando a dos simples gemas sin brillo.
—Yo puedo ir y venir entre los humanos, con mi magia logro cambiar mi apariencia. Si lo deseas puedo hacer lo mismo contigo. —Le propuso.
Megumi arqueó una ceja y lo miro serio, desconfiado. Sukuna agradeció a la obscuridad que cubriera el sonrojo que aquel gesto provocó en él.
—¿Por qué me ayudarías? ¿Qué quieres a cambio? —Cruzó los brazos.
El pelirosa soltó una risa galante. —Que bailes conmigo, ¿Es mucho pedir?
El ángel no pudo evitar dudar, desde pequeño había sido inculcado con palabras de que no debía de confiar en los demonios malditos, seres repugnantes que sólo pensaban en su bienestar, quería declinar, pero no podía pronunciar una simple negatividad, su mayor anhelo era convivir con los humanos, participar en alguna fiesta y bailar hasta el cansancio.
Por lo que terminó de aceptar su propuesta.
Así Sukuna no perdió más el tiempo y usó su magia, ocultando las alas del menor y cambiando las prendas de ambos por unas más adecuadas para la ocasión, Megumi quedó impresionado, nunca había visto una habilidad como esa, confirmando que él era un ser poderoso. Ryomen lo tomó de la mano con la delicadeza de una flor, llevándolo de camino al pueblo, el azabache no sabía si la opresión en su pecho era por el contacto de su piel o porque la música se iba haciendo más intensa, indicando que estaban por acercarse.
Al llegar pudo confirmar que el estruendo sonido provenía de una alegre taberna cuyos clientes siempre estaban dispuestos a celebrar. Megumi no podía ocultar el brillo en sus ojos y el pelirosa, como todo un don Juan, lo invitó a bailar.
—Pero —dudó, deteniendo en el aire su mano extendida. —Nunca he hecho esto, ¿Qué tal si te piso? —Preguntó con el terror impregnado en su rostro.
Sukuna dejó salir una risa nasal, tomó su mano y juntó sus cuerpos, le pareció placentero el sentir como los dos encajaban a la perfección.
—Sólo déjate llevar. —Susurró en su oído, rodeando con su brazo derecho su curvilínea cintura.
Un Megumi sonrojado que, por primera vez, sin dudar decidió hacerle caso.
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𝐃𝐚𝐧𝐜𝐢𝐧𝐠 𝐖𝐢𝐭𝐡 𝐀 𝐂𝐮𝐫𝐬𝐞; 𝑺𝒖𝒌𝒖𝑭𝒖𝒔𝒉𝒊
Romance"-Las maldiciones y los ángeles no pueden estar juntos". ✨✨✨ ▫️Créditos de la imagen de portada: @KOOS (On twitter). ▫️Los personajes pertenecen a Gege Akutami. ▫️Las imágenes utilizadas en esta historia tam...