El inocente ángel se dejó llevar por el momento, poco le importó si se encontraba rodeado de humanos, y peor aún, con las manos de una maldición sujetando su cintura.
Megumi estaba encantado, no podía ocultar su alegría al ver como sus movimientos sincronizaban perfectamente con los de su pareja de baile. No tardaron mucho en hacerse notar, a la vista del público eran una joven pareja que se divertía en una noche de Sábado, ninguno podía imaginar que un ser divino y el otro, proveniente de las llamas del pecado, se encontraban juntos en el medio del salón.
Sin embargo, de lo único que eran conscientes los presentes de la taberna, era la dulzura con la cual ambos se miraban.
Luego de aquel espectáculo que terminó por agotarlos, Sukuna lo invitó a degustar los platillo tradicionales cocinados por los humanos, llevándolo a un pequeño local que él ya conocía. El pelirosa se desenvolvía con total naturalidad entre ellos, dejándole en claro que no era la primera vez que convivía en ese ambiente.
El tiempo transcurrió entre risas y música, el silencio era lo que menos había en aquel rústico lugar, para Megumi había sido una velada inolvidable, no importaba de quien estaba acompañado, quería volverlo a repetir.
Cuando la manecilla del reloj marcó las once en punto, se dirigieron al bosque, recuperando sus verdaderas apariencias apenas pisaron el terreno.
—Quiero agradecerte por lo de esta noche, ha sido como un sueño para mí. —Habló tímido el azabache mirándolo de reojo, soltándo una risa nerviosa que se la llevó la fresca brisa de la noche. —Confieso que al principio dudé de ti, no podía creer que lo único que buscabas a cambio era una simple pieza.
El pelirosa detuvo su andar y lo encaró con gracia: —¿Y quién dijo que bailar era lo único que me interesaba? —Sonrió pícaro.
—¿Qué quieres decir?
La tímidez fue reemplazada por el miedo al oír la pregunta de la maldición, su mente rápidamente le maquinó formas horribles de tortura que aquel ser maligno podría hacerle, con el terror incrustado en sus iris, dió un par de pasos hacia atrás para alejarse del imponente cuerpo, trató, porque fue detenido de su antebrazo por esa mano de uñas largas y negras que horas atrás lo había tomado con suavidad para danzar.
Sukuna acunó su frágil rostro y de sus labios un tierno beso robó; nada comparado a los salvajes que solía estar acostumbrado en el infierno, no quería asustar a su inocente paloma, si bien fue demasiado corto para él, aquel choque de labios logró encenderlo más que todas la aventuras de sus amantes a lo largo de su existencia; demasiados.
—¿De verdad creíste que estaría con un ser tan bello como tú y simplemente me conformaría con ello? —Murmuró, acariciando su rostro.
—Yo... No. —Replicaba el ángel sin poder ordenar sus pensamientos, tratando de soltarse del delicado agarre.
El pelirosa se enterneció por la manera en la que ocultaba, sin éxito, el intenso rubor de sus mejillas. Ese ángel estaba moviendo una parte de él que creía extinta desde hace décadas, no pudo evitar soltar sus sentimientos.
—Me gustaste desde la primera vez que te vi y no has logrado salir de mi mente.
Los ojos del ángel aún destilaban temor, que fue incrementando por la calma de sus palabras, como si aquello fuese común entre sus especies.
—Eso no puede ser. —Murmuró escéptico.
—¿Por qué no? ¿Crees que por que somos seres distintos no pondría los ojos en ti? —Soltó una risa sarcástica. —Soy una maldición, las normas no van conmigo. —Continuó seduciendolo sin poder apartar sus rubíes del precioso ser frente a él, notando el brillo que su pequeño cuerpo desprendía.
Megumi moría de la vergüenza, se tomaba del rostro mientras evitaba mirarlo directamente porque era consiente de que algo en él también le atraía, pero temía ser ingenuo, sabía que las miles de advertencias que le dieron sobre su especie no eran por nada, le daba pánico entregar su corazón y conocer, que más adelante, la maldición le confesara que sólo había jugado con él, pues era la primera vez se enamoraba.
—Por favor mírame y dime que sientes. —Insistió Sukuna mientras volvía a acercarsele.
—L-Lo siento, será mejor que me vaya. —Respondió, se dió media vuelta y lentamente comenzó a caminar hasta invocar una puerta al paraíso.
El pelirosa simplemente sonrió, aquella reacción tímida le parecía simpática y, al verlo retirarse, le dijo en voz alta que si quería repetir la maravilla de esta noche lo estaría esperando. Megumi volteó por última vez sólo para confirmar que lo observaba con un gesto de satisfacción en su rostro, todo había sido tan repentino, no sabía que pensar, su mente se encontraba en un debate sobre si creer o no en sus palabras. Sin embargo, que el demonio maldito tuviese la habilidad de engañar no queria decir que todo en él fuese falsedad pues, como todo ser, también poseía un corazón.
Al día siguiente el pobre ángel estaba lleno de sentimientos encontrados, trató de reflexionar sobre lo ocurrido la noche anterior, y si debía ser completamente honesto consigo mismo tenía que aceptar que había disfrutado mucho de la compañía de Ryomen, incluso de aquel beso robado, que al recordarlo le fue imposible el no tocar su boca, sintiendo la calidez con la que el pelirosa lo había tomado.
Ese mismo día, dos corazones latieron con desenfreno, mientras que uno estaba en un lugar donde la pureza y la fidelidad era lo más importante, el otro se encontraba envuelto en las llamas de la desorbitada lujuria, eran de mundos diferentes pero que en el fondo sabían que estaban dispuestos a enfrentar para permanecer juntos.
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𝐃𝐚𝐧𝐜𝐢𝐧𝐠 𝐖𝐢𝐭𝐡 𝐀 𝐂𝐮𝐫𝐬𝐞; 𝑺𝒖𝒌𝒖𝑭𝒖𝒔𝒉𝒊
Romance"-Las maldiciones y los ángeles no pueden estar juntos". ✨✨✨ ▫️Créditos de la imagen de portada: @KOOS (On twitter). ▫️Los personajes pertenecen a Gege Akutami. ▫️Las imágenes utilizadas en esta historia tam...