05 | "Estaré Aquí... Esperándote"

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Dos días después, la tranquilidad del ángel se vió interrumpida por una paloma blanca que papaloteba en su dirección; lo que significaba que traía noticias del paraíso.

Cuando la avecilla dejó caer sobre sus manos una carta enrollada con un hilo dorado, él no dudó en abrirla, fallando en el intento de ocultar su conmoción con cada palabra que leía.

Sukuna miró con preocupación el cambió drástico de su expresión, de como su serenidad se transformaba en temor y de como un leve temblor se apoderaba de su cuerpo.

—¿Qué ocurre, Megumi? ¿Qué dice?

El azabache ni siquiera podía responder las preguntas de su pareja, la sorpresa le ganaban a las palabras, respiró profundo y le explicó lo que la carta decía.

—Los superiores han decidido perdonarme si regreso ahora, pero de no hacerlo mi familia será exiliada ya que la unión de un ángel y un demonio es un pecado de deshonor familiar. —Comentó afectado. —Las maldiciones y los ángeles no pueden estar juntos, Sukuna. —Finalizó mirando hacia la nada, desgarrando con esa última frase ambos corazones.

El pelirosa negó, tratando de alejar aquel horrible sentimiento que casi lo dejaba sin oxigenación.

—No lo entiendo, ¿Por qué tanto interés en ti? ¿Por qué no simplemente te dejan ir?

—Es porque soy candidato a suceder a un arcángel. —Seguía explicando inexpresivo, con voz mecánica, como un robot. —No es algo que dictamine nuestra sangre sino el azar. Hace un tiempo fui llevado a un palacio en mi mundo donde se me prepararía para mi futuro. La mayoría estaba al pendiente de que venía aquí porque me atraían las tradiciones humanas y me lo permitían. —Dejó de observar aquel punto en específico, para centrar sus orbes en los cardenales. —Pero seguramente nadie creyó que encontraría el amor en la tierra y mucho menos de un demonio maldito. —Sonrió con ternura.

—Megumi... —Murmuró.

—Debo admitir que era feliz con mi vida anterior, pero ahora que sé que existes no concibo otra forma de felicidad que no sea estar a tu lado, Sukuna. —Confesó mientras acariciaba su rostro con delicadeza.

—Yo me siento igual. —Intentaba retener un sollozo, no podía creer que él, el gran Sukuna Ryomen, príncipe maldito, se estuviera derrumbando en su interior.

—No me importaría que me exiliaran, o que arrancasen una por una las plumas de mis alas hasta quitarmelas. —Suspiró derrotado. —Pero no puedo permitir que un inocente sufra por mi culpa, mucho menos si se trata de mi padre. Estoy seguro de que no sabe nada de esto, le daría un infarto. —Soltó una risa carente de gracia, bromeando para que el tenso ambiente se esfumara, cosa que no logró. El rostro de Sukuna seguía tan inexpresivo desde que leyó la nota.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque si están tratando de convencerme de regresar es porque quieren solucionarlo entre nosotros sin que nadie se entere, sería un escándalo.

—Entonces puedo afirmar cuál será tu respuesta. —Demandó serio.

Estaba furibundo, deseando desatar una guerra contra los de la otra especie para capturar a todo aquel que se negaba a la idea de que un ángel y una maldición se amaban, torturar de la manera más vil al imbécil que escribió a mano, sin tacto y sin remordimiento de si aquella carta lastimaría a Megumi por su contenido. Quitándole la libertad que añoraba.

La mirada de su ángel se entristeció.

—Perdóname, Sukuna, pero ese es mi límite.

No podía estar molesto con aquel puro ser, que lo único que hacía era cuidar a su familia, siguiendo lo que dictaba su corazón. Si los superiores le habían quitado su libertad, él no podía quitarle algo más; lo amaba demasiado. Cuando la presionó contra su pecho le repitió varias veces que no tenía que pedirle perdón, simplemente que dejara la tristeza de un lado porque era lo único que le hacía daño.

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𝐃𝐚𝐧𝐜𝐢𝐧𝐠 𝐖𝐢𝐭𝐡 𝐀 𝐂𝐮𝐫𝐬𝐞; 𝑺𝒖𝒌𝒖𝑭𝒖𝒔𝒉𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora