Zoro al despertar, miró al cielo como de costumbre para inferir la hora, pero recordó que se encontraba en la oscura isla de Kuraigana, por lo que se levantó sin temor de que tal vez sea casi la hora de la cena.
Se colocó su ropa normal y bajó en busca del desayuno.
—Hey, anciano, ¿Qué ha...? ¿dónde está? —Al entrar en la cocina se fijó que Mihawk no estaba como de costumbre, por lo que buscó en la biblioteca, en el salón y miró de las escaleras hacia arriba. Pero no se encontraba en ningún lado.
—¿Qué le habrá pasado? —Zoro cerró el refrigerador después de sacar un pedazo de jamón para colocarlo sobre una rodaja de pan que encontró en la alacena.
Desayunó rápidamente para luego subir a la habitación de Mihawk.
Abrió la puerta y centró su mirada en aquel ventanal gigante, para luego bajarla a un bulto en la cama que dormía de espaldas a la puerta.
«Ahora que recuerdo... ayer estornudó bastante, supongo que está resfriado y no se levanta por lo mismo» Pensó, y con mucho cuidado cerró la puerta para dirigirse nuevamente a la cocina.
Sacó de la bolsa de pan dos rodajas grandes para luego colocarlas en la tostadora. Mientras esperaba, colocó a hervir agua.
—No soy cocinero, pero haré lo que pueda.
Nuevamente abrió el refrigerador y saco aquel jamón que anteriormente había consumido, para colocar una trozo en cada tostada.
Ya hervida el agua, la colocó en una taza blanca que Mihawk ocupaba con frecuencia, y colocó una bolsa de té que encontró en la encimera.
Con cuidado de no derramar nada, colocó todo en una bandeja de madera y subió al segundo piso.
Abrió nuevamente la puerta negra y se adentró con cuidado de no caerse o hacer ruido.
Colocó la bandeja en la mesita de noche. Ahora solo le tocaba despertar a Mihawk para decirle que había preparado su desayuno.
Pero cuando se trataba de despertar, Zoro era el menos indicado.
Estaba acostumbrado que lo despertaran a él, ya que siempre era el que más dormía. Cuando él, por alguna extraña razón lo tenía que hacer, frecuentaba gritar o aplaudir fuertemente. Pero no podía hacerlo con Mihawk, ya que estaba enfermo, y a pesar de todo, lo respetaba por ser una persona mayor y mejor que él.
Tomó cuidadosamente su Sushui con la funda puesta y con el mango de la katana comenzó a moverlo por la espalda. Recordó cuando era niño y hacía lo mismo para ver si el ratón que había cazado estaba vivo.
No le tomó mucho tiempo para que Mihawk despertara malhumorado por su resfriado.
Abrió los ojos y sintió la presencia de Zoro detrás. Por lo que no se molestó en darse la vuelta para que lo viera con la nariz y mejillas rojas.
—¿Qué quieres?
—Te traje el desayuno —. Esas cuatro palabras bastaron para que Mihawk se diera la vuelta y viera aquella bandeja en la mesita.
Sorprendido entrecerró los ojos y comenzó a sospechar que era veneno, ¿Zoro haciéndole el desayuno? Imposible.
—No tiene nada si eso es lo que piensas.
—¿Por qué lo trajiste?
—Bueno, tú me salvaste en cierto modo y me dejaste quedar aquí, es lo mínimo que podía hacer.
Mihawk talló sus ojos y se sentó, para luego mirar por el ventanal.
—Bien, me voy. Disfrútalo —. Colocó su katana en su lugar correspondiente y caminó hacia la puerta.
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El mejor espadachín -MiZo
Fiksi Penggemar-¿Qué es lo que deseas? -Ser el más fuerte. -Sonrió.