Cuando regresamos al pueblo era más de medio día, Kain se despidió rápidamente con la excusa de una reunión urgente de los preparativos del patrullaje, sin embargo, no disimulo la sonrisa en su rostro.
- ¿Quién es? – pregunte cuando me devolvió el arco, el soltó una risa nerviosa.
-Te cuento después princesa- medio grito corriendo mientras se adentraba al bosque.
Suspiré
-Que no me llames así- susurre
Mis clases habían terminado, pensé en volver a casa, pero la idea de estar sola en cuatro paredes me parecía deprimente, últimamente todo lo hacía.
El viento me susurro, sonreí
Todavía tenía tiempo.
Camine hacia el oeste del pueblo a paso rápido, el sol estaba en el punto más alto del cielo, llegue más rápido de lo que esperaba, amarre rápidamente mi cabello en una coleta baja, apunte los botones de mi camisa y trate de limpiar el sudor de mi cara.
Frente a mi estaba nuestra academia, en mi opinión era el edificio más lindo que había visto, aunque la verdad no es como si conociera muchos, a diferencias de las cabañas de madera esta era de concreto, tenía lindas decoraciones al frente, círculos y curvas por aquí y por allá, me fije en cada uno de los detalles y sonreí siempre me ponía de buen humor venir.
Subí lentamente las escaleras levantando mi falda para no tropezarme, después de algunos escalones distinguí la gran puerta, era rustica hecha de una madera oscura, espesa.
Toque con suavidad la puerta y esta se abrió, sonreí, aquí vamos.
Dentro los pasillos eran largos y angostos, toque los muros con la punta de los dedos, áspero, recuerdos vinieron a mi como olas una tras otra cada vez más grandes, los susurros, las caricias..., giro a la derecha, giro a la izquierda, baje los escalones y seguí recto.
Pronto escuche voces.
-...Mair ponte recto, Emel acaso quieres romperte los dedos que clase de posición es esa- los vi, lo que más me gustaba de la academia era la sala de práctica, estaba en el centro y no tenía techo así que era la zona más iluminada ya que la academia no contaba con muchas ventanas, la mayoría de salones eran un tanto oscuros, para la Erin de cinco años eran aterradores, aun lo seguían siendo.
-Buenas tarde maestro- dije con una reverencia
-Oh, señorita Wald que hace aquí –dijo el señor Tom, conocía a la mayoría por no decir a todas las personas del pueblo al igual que ellas la conocían.
-Erin, Erin- Empezaron a decir los niños olvidando por completo lo que estaban haciendo, se acercaron hasta rodearme, no tenían más de diez años y todos eran varones.
Sentí un escalofrió al ser consciente de ello.
Sonreí.
-Erin Erin mira lo que aprendí-exclamo un niño
Se posiciono al lado del maestro Tom quien se había alejado unos metros, el sol hacia ver el cabello del niño más rubio de lo que era, estiró una pierna al frente en una pose defensiva luego rodó sobre sí mismo en el suelo y se levantó alzando su mano como si sostuviera una espada en ella.
-Oh eso estuvo magnifico-felicite con voz emocionada, todos los niños rieron y uno a uno fueron mostrándome sus diferentes habilidades, la clase quedo olvidada, pero a Tom no le importo y se integró corrigiendo algunas posturas y mostrando otras técnicas.
-Les encanta cuando vienes- Tom se sentó a mi lado, los niños se habían reunido en grupos y ahora practicaban su defensa.
Tom había sido mi profesor, siempre sonriente y amable pensé al ver como se iluminaban los ojos cuando veía a sus alumnos. Aunque los años pasaran para mi seguía siendo un veinteañero un tanto estricto, pero dispuesto a ayudar, sin embargo, ya habían pasado nueve años de eso; toda la vida dedicada a la enseñanza debió darle mucha paciencia o muchos dolores de cabeza.
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Una Melodía Oscura
FantasyExisten personas encargadas de hacer funcionar el mundo, que el viento corra, que los arboles crezcan, protectores o mejor conocidos como guardianes, pero hay un puesto más alto, uno escondido en las profundidades del bosque. Pronto la canción que e...