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Bu-buenos días... Mi-mi no-nombre es Seo Chang-ChangBin, por fa-favor, ¡cu-cuiden de mí!

Seguido de sus palabras hubo un silencio tenso en el salón de clase, mientras las mejillas del pobre chiquillo se tornaban coloradas por la vergüenza. Entonces, comenzaron las risas.

ChangBin tuvo que contener las lágrimas de sus ojos, en tanto la profesora les decía que se callaran. Después, lo mandó a sentarse en el único puesto vacío, al lado de un chico de cabello negro y aspecto dormilón, serio, casi aburrido allí.

Mordió su labio inferior, caminando por el salón forzándose a ignorar las risas burlonas, y se sentó al lado del chico, que apenas le dirigió una mirada.

Ho-Hola... —saludó con tono ahogado.

Lee MinHo le observó sin cambiar su expresión, enarcando una ceja en silencio antes de mirar al frente otra vez, ignorando al muchacho con frenillos y mejillas regordetas a su lado.

Changbin sabía que ese sería un difícil año escolar.

(...)

¿Por qué estás tratando de alejarme?

Dime,

No estás siendo sincero, puedo notarlo.

¿Por qué sigues alejándome?

Puedo sentirlo todo.

¿Por qué no me dices nada?

(...)

Las burlas no se detuvieron ese día, claro.

Al principio sólo fueron palabras riéndose de sus frenillos, de sus mejillas, de sus orejas que se asomaban en los gorros que se ponía y su abuela le tejía con cariño, de sus dientes, de sus ojos, de todo. Le dolía, por supuesto, pero podía manejarlo, podía fingir que no era para tanto y creer que tarde o temprano se aburrirían.

Tres semanas después, comenzaron los empujones.

Cuando debía ir a buscar algún examen, cuando debía pasar al pizarrón, cuando salían de clases...

Fuertes empujones que lo desequilibraban, seguido de risas maliciosas.

Un día, lo empujaron tan fuerte que cayó al suelo, las palmas de sus manos raspándose, sus cuadernos desparramándose, y sabía que le iban a pegar, sabía que ahora comenzarían los golpes.

Eh, idiotas, ¿qué mierda están haciendo?

Unas blancas manos lo tomaron de los hombros y lo pusieron de pie, encontrándose con el enojado rostro de Lee MinHo.

¿Te gusta el nuevito, Lee? —se burló uno de los agresores, aunque se notaba enojado.

O lo dejan en paz, o les cortaré el cuello con mi navaja, idiotas.

Por supuesto, eso provocó que todos salieran corriendo.

ChangBin tembló cuando MinHo volvió a mirarlo.

Tus cuadernos —gruñó MinHo, soltándolo.

ChangBin se sobresaltó.

¿De... de ve-verdad ti-tienes una navaja...? —balbuceó a punto de llorar.

¿Todos allí estaban locos?

MinHo parpadeó.

Por supuesto que no, idiota.

Apego ★ MinchangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora