10|Otra Vez.

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Wardo

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Wardo


―¿Hicieron una fiesta sin avisarme absolutamente nada? ―gruño por lo bajo, mientras Eugene me pide que baje la voz, llevando su dedo índice en medio de sus labios.

Sus grandes ojos azules chispean, pero no registro ni un solo ápice de reivindicación en medio de sus pupilas.

―Bueno, en mi defensa, no estabas aquí ―dice. Uno de sus hombros se hunde con ligereza como si verdaderamente considerase que ha dicho una justificación.

Me quedo mirándole, con el ceño pronunciándose. No puedo evitar rodar mis ojos, antes de hacerle a un lado, y adentrarme en el que se supone es mi departamento. Mañana debo levantarme temprano, y salir con Jess en la tarde a tomar más fotos. Además, me siento demasiado exhausto como para tener que lidiar con jóvenes ebrios colándose en mi habitación mientras dormito.

Sí, no es la primera vez que Eugene organiza una fiesta a escondidas de mí o de Loise.

Loise va a estallar cuando llegue.

―¿Loise lo sabe? ―le pregunto. La música se filtra por medio de mis oídos al ingresar en la calidez de la estancia. Debo llevarme las palmas a las orejas para amortiguar el estruendo que advierte en acabar con mis tímpanos.

Eugene menea la cabeza, y la esquina de su comisura se arquea.

―No tardará en saberlo ―contesta, dándome a entender lo que de por sí, sospechaba. La música retumba en los huesos que conforman mi bóveda craneana, y debo escurrirme en medio de los invasores que se encuentran charlando y bebiendo en medio del salón―. Y eso será en... ―Le da un veloz vistazo al reloj que cuelga sobre el marquillo, y sus labios se doblan cuando la puerta principal es abierta de un tirón sordo―, ahora.

Una cabellera rubia platinada junto con un par de azulados ojos brillantes de cólera hace acto de presencia. Loise enmarca las cejas, y sus labios se aprietan mientras asimila lo que está sucediendo en el departamento.

Le doy una palmada a Eugene.

―Sí... estás muerto, amigo.

Eugene se toma la cabeza con las manos, y ladea los labios.

―Ya lo sabía.

―¡Eugene! ―Loise se aproxima hacia nosotros con la cólera brotando por cada uno de sus poros―. ¿No habíamos quedado en que nos traerías putos culos desconocidos al departamento en épocas de clases? ―chilla.

Eugene la mira, y doblega una sonrisa suave. ―Sí, Loise. También habíamos quedado en que seríamos todos veganos ―dice, mientras se encoge de hombros―. Sigues pidiendo que le agreguen trozos de cadáver vacuno a tu pizza todas las noches. ―Eugene esboza una mueca de asco―. Eso es, verdaderamente, lamentable.

Ella niega con la cabeza como si no pudiese lidiar con Eugene, y sus ojos terminan clavándose sobre mí, acusadores.

―¿Tú sabías de esto?

Conexión Irresistible © [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora