11|Deja Vú.

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Jess

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Jess.


Procuro no hacer ruido mientras introduzco la llave en la ranura. Tomo una profunda bocanada de aire, antes de empujar lentamente la puerta, simulando ser una especie de ladrón entrando a mi propio departamento a media noche.

Kenzie dormida en el mueble en medio del saloncillo se cruza en mi vista. Me aseguro de cerrar la puerta colocándole la cadenilla, y me vuelvo hacia el cuerpo que se encuentra dormitando en el sofá. Su posición fetal para dormir me roba una sonrisa. Kenzie tiene un brazo en el suelo, y con el otro se cubre la mitad de la cara. Sus labios se hallan separados, y ronquidos suaves brotan de su garganta.

Hago acopio de mis fuerzas internas para no estallar en carcajadas a media noche, y me acerco hasta ella para cubrirle con el edredón que, aparentemente, se ha resbalado al suelo. Mirar a Kenzie me lleva de regreso a hace unos minutos, en los cuales me encontraba con su novio, haciéndole preguntas que en el fondo de mí no quería, pero necesitaba saber.

Y luego su contacto.

El miedo pululando en su mirada cuando me aparté.

Fue un deja vú. Pude reconocer esa mirada achocolatada herida en algún rincón de mis recuerdos. Fui testigo de ella el día en el que se marchó a Nueva York. Fui testigo de ella el día en el que me confesó sus sentimientos por mí.

Y ahora es el jodido novio de mi prima.

¿Qué mierda has hecho mal, Jessica?, me digo a mí misma mientras abandono la cobija sobre el cuerpo de Kenzie. Tomo una profunda respiración antes de reanudar mis pasos en dirección a mi habitación.

Más, mi acto es detenido cuando la voz de Kenzie alcanza mis oídos:

―Jess ―dice con tono aterciopelado y amodorrado. Me giro hacia ella, y trato de sonreírle lo más natural que pueda―. ¿Puedes quedarte? ―me pide. Señala el espacio junto a ella en el mueble, y hace un ademán con su cabeza.

Mirarla directo a los ojos se siente como si estuviese clavándome un puñal a mí misma.

Solo me vuelvo capaz de asentir. Retrocedo los pasos que avancé, y me hago espacio en el sillón, junto a ella. Kenzie nos arropa a las dos, y se acomoda por delante de mí; su cabello rojizo cae justo frente a mis ojos. Huele a coco.

―Buenas noches, Jess. ―Le oigo musitar tras varios segundos, en los cuales me había convencido de que su mente se encontraba navegando hacia los brazos de Morfeo.

Una bolsa de piedras se asienta en mi estómago.

―Buenas noches, Kenz.

Entonces, al cerrar mis ojos, solo puedo verlo a él.

(...)

Muevo mi lapicera de un lado al otro, en un constante vaivén. Simone a mi lado parece, verdaderamente, concentrada en las diapositivas que desliza la profesora para nosotros. Por mi parte, hago el esfuerzo, pero por más que intento centrifugar mis pensamientos, algo no anda bien en mi cabeza.

Conexión Irresistible © [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora