Prólogo.
La amistad es un tesoro que adquiere valor con el tiempo.
Paulo Coelho.
– Uno, dos, tres, cuatro, cinco… listas o no, aquí voy.
Sin pensarlo dos veces el primer lugar al que se me dirijo es la cocina.
– Ohh Meghan, ¿En dónde estás? –Pregunto a la nada fingiendo no saberlo, pero la verdad es que sí lo sé.
En dos rápidos movimientos abro ambas puertas de la alacena de la barra central.
– ¡Te encontré! –Le grito al tiempo en el que ella grita asustada.
– Eso es trampa. –Se queja cruzándose de brazos.
– Claro que no. –Contesto a la defensiva. –No es mi culpa que siempre elijas el mismo lugar para esconderte.
– ¿Gané? –Pregunta una voz chillona proveniente de las escaleras.
– ¡Oye eso no se vale! –Le grito tan fuerte como puedo.
– Alaska, el segundo piso no se vale. –Dice Meghan a mi lado más calmada que yo.
– Además debes esperar a que yo te encuentre. –Digo acercándome a la niña de dos trenzas pelirrojas.
– Seguramente por eso siempre ganas. –Dice Meghan triste.
– Por eso, por ser inteligente y por no esconderme en el mismo lugar siempre. –Dice Alaska con una sonrisa de suficiencia.
– Es para facilitarles el trabajo. –Dice Meghan inocente. –Sino jamás podrían encontrarme, sería como un ninja. –Dice al momento en el que hace una pose de un arte marcial que no conozco.
Alaska a mi lado la ve como si le hubieran salido tres ojos y rompe en risas al igual que yo.
– Ya verán que así será. –Dice Meghan rendida y sin poder evitarlo ella también ríe.
– ¿Qué es lo que ocurre aquí? –Dice mi mamá acercándose con su gigante barriga de 7 meses.
– Cosas de niñas. –Dice Meghan agitando sus largas pestañas.
– Oh, ya veo. –Dice mi madre guiñándonos un ojo a todas.
– Alguien quiere saludarlas. –Mi padre aparece detrás de mi madre con Ethan en brazos.
– ¿Por qué deben cargarlo? Ya no es un bebé. –Exijo molesta.
– Oww, es tan lindo. –Dice Alaska empujándome y abriéndose paso hasta llegar a mi padre, quien se sienta en el sofá y le enseña al pequeño Ethan de dos años de edad.
– Yo quisiera tener una hermanita. –Dice Meghan susurrando a mi oído. –Los niños son repugnantes.
– Pues yo tengo a Ethan dos años menor y mamá espera otro bebé. –Le digo cruzándome de brazos. –Espero que sea niña.
– Mm…ia… Mia. –Dice y siento un cosquilleo recorrer mi estómago. Ethan acababa de decir mi nombre sin que nadie se lo hubiera enseñado.
–Bueno, tal vez no sea tan malo tener hermanos.
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LIES.
RomanceA mis 19 años he aprendido que los amores pueden llegar por sorpresa o terminar en una noche, que grandes amigos pueden terminar en desconocidos, y que por el contrario, un desconocido puede volverse alguien inseparable. Que el "nunca más" nunca se...