III

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—Shirabu es testarudo —aseguró Ushijima en la video llamada que hacía con Tendou—

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—Shirabu es testarudo —aseguró Ushijima en la video llamada que hacía con Tendou—. Es muy testarudo, no entiendo porque no acepta mi ayuda.

Su amigo se rio con su típica risa estrambótica.

—¿Y ahora es que te das cuenta? —cuestionó su amigo—. Shirashira te tiene tan encantado como tú a él que no se dan cuenta de detalles tan notorios del otro. Es muy divertido ¿Y cómo está él?

—Está dormido.

—¿A esta hora? Son las siete de la noche.

—Acaba de llegar del trabajo, un paciente tuvo complicaciones y tuvo que irse en la madrugada. Trabajó un poco más de la cuenta, está muy cansado.

—Pobre de Shirashira.

Cuando los dos regresan del trabajo suelen ver juntos alguna de las series de medicina de Shirabu; pero no pasaron más de diez minutos cuando Shirabu empezó a cabecear y veinte cuando apoyó su cabeza en el hombro de Ushijima y cayó profundamente dormido.

Seguía dormido a su lado y justo en el momento que lo iba a llevar a la cama, Tendou lo llamó. Antes, cuando Ushijima todavía vivía en Japón y Tendou recién estaba empezando su vida en París, fue bastante complicado hacer llamadas entre ellos.

La diferencia entre horarios era sumamente ruda, lo único que hacían era enviar mensajes para dialogar sobre su día y cosas así y cuando Ushijima tuvo su contrato en Polonia fue una maravilla saber que tienen el mismo ajuste horario, pero a su vez una pesadilla porque ahora con quien tenía los problemas de horarios era con Shirabu.

En muchas ocasiones estuvo la propuesta de terminar por la distancia, a pesar de que el horario de Shirabu a veces cambiaba a la hora de estudiar, en muchas oportunidades se les complicó la comunicación.

Más bien agradecía tener a Shirabu en Polonia, estar en un país que no es tuyo se siente muy solitario. No importa las comodidades, la nostalgia a veces puede ser un factor para nada reconfortante.

Sin embargo, por el voleibol, Ushijima podía hacer cualquier cosa. Es su pasión, después de todo; aunque sigue agradeciendo que Shirabu se haya arriesgado tanto por él y su simple compañía siempre era gratificante.

—Entonces mi querido amigo... ¿Por qué estabas teniendo problemas matrimoniales con el joven doctor?

—No estamos casados.

—Bueno, te estabas quejando de tu novio.

—No me estaba quejando.

Every little thing we doDonde viven las historias. Descúbrelo ahora