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  Besos amistosos.

  Besos cariñosos.

  Abrazos de amor, de apoyo.

  Mi lado gentil, cálido, con quien me permitía amar sin inhibición, el que me enseñaba a ser buena y divertida.

  Todo eso era Alex para mí y ahora él se iba.

  Todo ya estaba dicho, él se iría, tenía que ir a cumplir sus sueños, a ser feliz, a volar.

  Tenía que ir a la universidad de diseño gráfico, a 12 horas de nuestro hogar.

  Él se mudaría a New York.

  Tomó sus maletas, cargadas de nuestras fantasías, sonriendo. ¿A él no le importaba dejarme atrás?, ¿Acaso no sabia él lo importante que era para mí?. No, no "Importante", más bien "Esencial".

  Recuerdo todo eso en la casa bajo un lente de tonalidades grises.

  Yo lo miraba desde atrás del sofá, mientras James esperaba al fondo, recostado en la pared, de brazos cruzados. Ellos ya se habían despedido y no le veían nada grave al asunto: A los 18 años se va a la universidad, eso es normal.

  Pero todo lo que yo sentía por él también era normal, ¿No?.

  Después de mirar afable a su amigo me miró a mí. Su sonrisa se volvió dulce y pareció invitarme a acercarme con sus ojos, eso hice. Me pare ante él.

  Era más alto que yo como por 5 cm.

  Lentamente alce mi rostro para conectar con su mirada. No había nada que perdonar, ¿Y cómo podía enojarme con esos ojos tan llenos de ilusión y amor?.

  Al mismo tiempo él solo veía a una chica que lo extrañaría como a nadie más.

  Sujetó mi rostro suavemente con ambas manos y depositó un tierno y corto beso en mi frente, después me abrazó y antes de que pudiera aferrarme más a él se separó:

—Cuídate, April —acarició mi mejilla.

  Y se fue.

(...)

  Los días pasaron.

  James miraba desde lejos cómo me costaba salir de mi habitación.

  Los meses pasaron.

  James me miraba desde el umbral, de brazos cruzados y apoyándose más en un pie, esa era una imagen típica de él. Él miraba mi tristeza y disgustos. Miraba cómo extrañaba a nuestro mejor amigo. Aunque no decía mucho sobre mis sentimientos, a veces me consolaba. Me decía que la vida avanzaba, que tenía que ser feliz, que todos teníamos que serlo.

  Aún así nos divertíamos mucho. Teníamos momentos buenos y malos.

  Hasta que con el pasar del tiempo me rompí: Entristecí.

  Tal vez se debía a que a mis 16 años empecé a cuestionarme algunas cosas.

  Alex tenía los medios para comunicarse, ¿Por qué no lo había intentado o por qué no lo hacía frecuentemente?, ¿Por qué me había ilusionado si después me dejaría como a las otras?

  Nunca les importé mucho a mis amigos del colegio. Alex y James eran mi mundo, mi ser giraba entorno a ellos, no sé el porqué, siempre fue así.

  Las palabras más bonitas y más feas las había escuchado de ellos, hasta sentía que mi valor dependía de ellos, ¿Y cómo no?, si éramos inseparables, si ellos me había criado...

(...)

  James había estudiado y estaba por graduarse con honores. Tras muchos meses ya había conseguido un trabajo soñado y tiempo después un ascenso con transferencia de ubicación.

  Nos teníamos que mudar a New York.

  Había estando amueblado un nuevo departamento para mudarnos ahí. En meses nos iríamos, o eso pensábamos.

  En último momento lo llamaron, lo necesitaban ya en la ciudad. Llamó hoteles cerca del trabajo pero New York estaba muy concurrida como para pretender tener un lugar propio de la noche a la mañana, James pudo haber insistido en otros lugares todo la noche, pero prefirió llamar a su casi hermano: Alex.

  Vi desde la sala la conversación.

  Había sido una llamada corta y James estaba nervioso, o ansioso, por ir.

  Yo estaba triste, Alex ya tenía meses que no se comunicaba conmigo, ¿Cómo resistiría ver a los ojos a la persona que fue mi todo y ahora me trataba como su nada?

  Sentí nervios, pero me mostraba fría, monótona.

  Maletas abarrotadas, cajas selladas.

  Corre para acá, corre para allá.

  Papeles sellados, firmados, guardados.

  Tenia que ser fuerte por James, él me quería mucho.

  Hoy en día recuerdo tantas sonrisas, tanta hipocresía o falsedad, quiero golpearlos de verdad.

  Nadie me había dicho que los demonios también sonreían.

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