7.

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  Me callé un momento, lo pensé, tomé agua y miré a un punto fijo e inexistente para proseguir:

—Nos mudamos, no sé ni cómo.

》Estábamos en una habitación de hotel.

  A tus 17 la vida pasa muy rápido.

  Hicimos varias diligencias en las que él bajaba del auto, yo lo esperaba, luego él volvía y se concentraba en su celular.

  Despeinado, agitado o aturdido era que lucía más apuesto.

  Su forma de peinar sus mechones chocolates me gustaba, la manera en que su risa resonaba con gracia en el corazón de quien escuchara me gustaba, su ropa me gustaba, la manera en la se enseriaba de golpe me gustaba, incluso sus defecto me hacían amarlo más.

  Pero, después de todo, ¿Eso era amor?

  Durante esas diligencias me ignoraba y yo solo sonreía inocente.

  Inocentemente idiota es lo que siempre he sido.

—No sea tan dura contigo misma —Me interrumpes—. Estabas creciendo, no conocías nada. ¿Te acuerdas de cómo aprendiste a leer?, alguien simplemente se encargó de repetirte esos sonidos hasta que sin darte cuenta ya sabías leer, naturalmente así aprendemos todo cuando somos incultos o inocentes; dando por hecho y propio todo lo que nos van enseñando, incluso cuando inconscientemente aprendemos algo sin que se nos instruya directamente.

—Lo sé... pero, a la mierda eso y todo lo que no sabes cuando vas creciendo, ¿Sí? —Te miré bien—, disculpe la palabra —Bajé mi rostro, de pronto me sentí un poco avergonzada por haber sido abrupta—. Sucede que no sabes todo lo que pasa hasta que ya pasó; no sabes que se trata de algo traumante hasta que en las noches no puedes dormir y sientes ganas de desprender todo de ti, porque de pronto tu piel pesa, te sientes asquerosa y te preguntas: ¿Cómo no me di cuenta?, ¿Cómo me dejé dañar así?

  Me miraste con algo de lástima y en un gesto educado con tu mano me invitaste a seguir hablando, mientras sonreías solo lo necesario.

  Aclaré mi garganta y suspiré:

—Fuimos al motel, al hotel o a lo que sea que fuera ese edificio. La habitación era agradable pero nada lujosa ni muy moderna. Las camas tenían sábanas anticuadas y las paredes parecían de madera mientras el suelo era cubierto por una alfombra azul marino. No había cocina, pero sí televisión, baño y muebles, ¿Qué más se podía pedir?, ah sí, también teníamos una ventana, por ahí entraba una hermosa luz, tanto que parecía que el sol nos envía un rayo especial, claro y acogedor solo para nosotros.

》No recuerdo bien cuánto pasó, pero serían escasos días, tampoco recuerdo si Alex seguía trabajando o estudiando, a este punto eso ya era equis. Esos días que pasamos juntos fue un chico tierno pero agitado, a veces parecía pensativo o muy despeinado, pero a mí me sonreía con tranquilidad.

  De pronto, sentí que mi voz se rompería, así que tragué seco para seguir:

—Una vez tomó con firmeza mis rodillas, estábamos ante esa modesta ventana, ante ese gran brillo blanco, yo estaba sentada al borde la cama y él en una silla frente a mí, esa vez, con sus manos en mis rodillas y su sonrisa tenue y dulce me dijo: "Todo va a estar bien". Acarició mi mejilla y salió de la habitación, no recuerdo sí yo sabía siquiera a dónde, pero aquello me hizo sonreír, porque, según yo, él tenía razón.

》Quizás fue más tarde ese día o al siguiente, pero trajo a un amigo: Más alto y robusto que él, con mirada penetrante y cara de policía, aunque no lo era.

  Yo sonreí inocentemente, sentada al borde la cama, mientras él estaba en la silla en la que había estado Alex, quien ahora estaba sentado a su lado.

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