—Así terminé siendo una inadaptada social, puesto que de golpe tuve que valerme por mí misma, abruptamente había tenido que convivir con gente de la calle, con gente honesta y deshonesta. Me costó entender que en la vida no hay buenos ni malos, porque los villanos solo viven en los cuentos que me leía James, en la vida real hay personas y esos son mil veces peor que el único villano de las historias, porque no a todas las personas les importa si mereces o no su daño, solo te dañan y ya, porque no todas las personas te quieren como tú a ellos, pero todas las personas tienen la capacidad de ser o hacer lo mejor o lo peor en tu vida.
Me miraste impactado, quizá no te esperabas aquella historia, tú solo veías a otra incomprendida ahogándose en un vaso de agua, no te sientas mal; yo aún me siento así.
Porque me lo dicen a diario: Eres joven y sanarás.
Pero yo sentía mil años en cada párpado y sabía que las cosas malas a veces son peor de lo que parecen.
—No he vuelto a ver a alguno, si te lo preguntas —llamé tu atención.
Disimulaste tragar en seco y relamiste tus labios:
—¿Están en la cárcel? —Tú voz fue áspera y no muy segura como querías.
—No, porque aún no he testificado por completo, legalmente no se sabe todo porque para la mayoría utilicé detectives privados que pagué con reliquias de la casa de mi padre, él era un hombre de clase, no millonario o algo así, parecía más bien un hombre académico, ¿Sabe? —agregué como si nada, mis párpados pesaban, ya tenía sueño de nuevo.
—¿Todo lo que me estás contando es verdad?
Tuve que retener mis facciones para no mostrar alguna expresión de desagrado y evitar la sensación de nauseas que me provocaste:
—¿Crees que me inventaría algo así?
Mi mirada se había perdido y la sentía pesada. Me veía tan monótona como mi tono en mis ultimas palabras.
El reloj sonó y supe que ya nuestro tiempo había terminado, tenía que salir de tu consultorio e irme a hacer las compras de víveres para mi departamento alquilado.
Tomaste tu celular torpemente:
—Espera un minuto, por favor —Me pediste, pero ya era muy tarde, ya me había levantado dispuesta a irme.
—Tengo que irme —Seguí sin verte y yendo a la puerta—, pero gracias por la cita de hoy, doctor.
Eres muy buen psicólogo, sabes escuchar.
Ya estaba por abrir la puerta, ansiosa porque parte de mí sabía que harías lo que yo no tuve valor para hacer: Llamar a la policía, contarles al mundo que yo era un caso de lástima para que todos me vieran como me han visto todo mi vida, como a una lamentable ingenua.
—¡Espera! —Te escuché por última vez antes de cerrar la puerta tras mis pasos.
(...)
Tenía que comprar algunas cosas.
El pasillo seguía sucio como ayer, este supermercado no era el mejor, pero había venido a pie desde muy lejos y este era el más cercano al edificio en el que vivía.
Me rascaba la mejilla mientras veía los refrescos tras el vidrio, se veían helados, pero, ¿Qué hacía un pequeño repollo junto a ellos?, la gente podía ser muy descuidada. Bha.
Sostuve bien mi bolsa con papas, sabía que al otro lado vendían pizzas congeladas, así que iría por ellas.
Cruzaba al otro lado cuando me encontré con un perfil familiar. Me detuve en seco:
Cabello chocolate alborotada, sonrisa atractiva como peligrosa, hombros anchos y contextura moderada. Vestía de negro con Converses clásicos.
Me tensé mientras él veía la lata de guisantes como si está fuera muy entretenida.
Alex tuvo el descaro de sonreírme y poner expresión de asombro grato cuando me vio, como si fuéramos dos grandes amigos que casual y curiosamente se encontraban.
No lo aguanté más, no podía. Me fui contra él mientras toda mi cara, cuerpo y ser gritaba molestia, enojo.
Empecé a golpearlo con todas mis fuerzas mientras él intentaba cubrirse.
—¡Me arruinaste! —Solté en gritos ahogados.
—¿¡Por qué?! —Se escudaba.
—¡Soy una mentira, soy tu mentira, me arruinaste! —La gente empezó a acercarse y mis estúpidas lágrimas cargadas de rencor empezaban a caer—, ¡Soy una inútil por ustedes!, ¡Me criaron a su conveniencia!, ¡No soy un objeto!, no tienes derecho a sonreír más que yo, ¡Te odio!, ¡Nos odio!—Seguía gritando desde mi alma y raspando mi garganta, intentado atinarle un buen puñetazo en algún ojo—. ¡Regrésame mi infancia!, ¡Mi vida! ¡A mi padre!, ¡A James!. ¡Nunca me quisiste!. ¡Soy todo lo que me han hecho aunque no quiera!, ¡Estoy atrapada en una horrible realidad, imbécil! —lloriqueaba.
Y ahí, en un súper mercado, al fin pude reclamarle a alguien por todo esto.
Constantemente me pregunto si esta bien sentirme mal por algo que no es mi culpa.
Constantemente me pregunto cuando dejaré de sentir mal, y que si ya sé que debo sanar, olvidar y perdonar, ¿Por qué no lo hago?
Sé, lo sé, no debo estar mal, pero, ¿Tú estarías dispuesto a vivir lo que yo?... ¿No?, eso creí.
La vida es amarga cuando tienes todas las herramientas para ser feliz pero ninguna idea de cómo usarlas.
Constantemente me doy cuenta de que perdí mi hogar y de que intento crearme uno seguro en mí misma.
Adiós.
FIN.
—MV—
ESTÁS LEYENDO
Hogar
Short Story《Porque los villanos solo viven en los cuentos, en la vida real solo hay personas y eso es peor》 《Quería decirle que me mintiera bonito para ser feliz, falsamente, pero feliz de nuevo》 -A.W •Una historia con 5 capítulos para recordar y 5 capítulos p...